La victoria pírrica del tren de la corruptela
A quienes se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y acallando a los que disienten, tened claro que la historia no está de vuestra parte. Barack Obama, Discurso de toma de posesión. Washington, DC, 20 de enero del 2009. 1 de 2 El oficialismo ató sus vagones a una máquina vaporosa y silbante. Viaja a través de un paraíso ideal: la percepción tan apabullante como incierta del triunfo heroico del absolutismo PLDísta. Su humareda densa oculta el paisaje escabroso y verdadero; apenas si disimula la existencia de un quimérico personaje protagónico y predestinado, un mago. Sus artilugios lo figuran inderrotable y eterno entre caravaneos y vítores. Pero la estrella se le apaga y su noche avanza. Bajo la tenue luz de las conciencias aún agonizantes aparece como la muerte en jeepetón de la señora Democracia. Empíricamente, los números de la JCE bosquejan otra realidad: la de un partido y gobierno que bambolean, sin fuerzas suficientes por sí mismos, con los andrajos de una mediovictoria pírrica acompañada de una medio-derrota que apenas si pueden ocultar sus profusas muletas. Cojean. No se entiende que tanta corrupción sirviera para apenas lograr esa mayoría tan pírrica y hasta para, en ocasiones y de partido a partido, salir derrotados. Es un golpe probablemente fulminante del que difícilmente puedan recuperarse: el cuestionamiento moral, la comprobación del repudio creciente, las tantas evidencias de cómo la corruptela apabullante mueve sus hilos políticos, cómo la han consagrado como la norma de su ejercicio y de la existencia partidaria. Son denuncias de prestigiosos periodistas. Junto a los folios batientes de Nuria Piera afloran a la superficie del río los cadáveres pestilentes y sodomizados del matadero electoral, de los atentados contra la señora Democracia. Con más fuerza que antes. Confirman lo dicho en estas páginas el 13 de mayo pasado: las elecciones fueron el más vergonzoso matadero electoral. Los mataderos hieden, pero gastar decenas de miles de millones de pesos para pagar votos apesta. No podemos acercarnos a esta podredumbre sin sufrir un golpazo de amoníaco, sin rememorar los hedores del PEME. En su pedestal de dignidad, Nuria está boquiabierta ante lo que en las calles es “box populis”: fuimos estafados. Un partido y su gobierno arrastraron sus “cuadros” y miembros de comités de base (CsB) a la vorágine de la corruptela a través de nóminas, nominillas y tarjetas Solidaridad, otorgándoles sueldos sin justificación, asidero ni trabajo. Frente al monto del que se habla, los más recientes fraudes bancarios podrían lucir pequeñitos. Arrastrar a un partido al meollo de la corruptela lo descalifica absolutamente para conducir los destinos nacionales. La “profesionalización de los cuadros” es una tesis leninista. Implica personal político pagado. Lo no visto en América Latina ni en las falsas izquierdas con algo de pudor todavía lo inauguró el gobierno del PLD: pagar con el dinero público su “militancia” y los votos de su victoria pírrica. Aceptando esos pagos, los miembros de los CsB abordan el tren de la corruptela y participan del asesinato de la señora Democracia. Son cómplices, perdieron toda legitimidad y no pueden acusar de corrupción a nadie. Al aceptar esa acción como método del trabajo, se violan la Constitución y las leyes, se gobierna para favorecer a relacionados y se prefieren unos ciudadanos sobre otros. Se pierde, también, la razón de ser como organización política. Hace que cuestionemos ¿Son válidas elecciones así? Si sumamos el barrilito, las tarjetas Solidaridad, las nominillas y la nómina oficial, supernumerarias, las prebendas de los grado a grado el país tiene claro —y la JCE electoral las pruebas, si le viene en ganas— que el gobierno y el PLD tiraron fuerte, a matar la Democracia. Un triunfo salido de tal intento de asesinato ilegitima moralmente cualquier “victoria”, incluso la victoria pírrica del tren de la corruptela. La marca como la batalla que augura su irreparable derrota del 2,012. Dice que sufrimos un desgobierno que muy temprano tiene los días contados. Tener que pagar con dinero público restado a hospitales, escuelas y al saneamiento público ese medio centenar de miles de millones de pesos para mantenerse bamboleando en el poder ilustra, muy gráficamente, varias cosas: a) de lo que es capaz el PLD; b) su impopularidad sin techo; c) que como definición y esencia adoptó la corruptela; d) que recurrirá a toda ilegalidad para mantenerse en el poder, y e) que cuenta con sectores muy dispuestos a reprimir a quien ose “provocar el poder”. Pagar tanto para regresar de la batalla cojeando, con muletas, le ha costado al país inaugurar el más oneroso grado de la corrupción administrativa de América Latina y causado el peor daño a la psiquis social nacional, saturándola de un parasitismo que supera por mucho el de la España Boba. El progreso nos regresa al situado. No es comedia, Carlos Marx, ¡es el aquelarre del “progreso”! El descrédito político de partidos y gobiernos así es tan alto que no obtienen votos si no los compran, ni siquiera los de sus “miembros”. Es demasiado decir en política. ¡Vaya grandísimo liderazgo! Aún pagando, como hacen desde el período 1996-2000, para mantenerse en el poder (“Pagar o matar”, nos dijeron entonces), el repudio que han recibido es tan ostensible que podemos deducirlo (gracias, profesor Bosch, por educar en ello) del nivel de votación alcanzado por el PLD solo frente a un PRD decidido a no validar su gobierno del 2000-2004. En nuestra próxima entrega veremos los números.