DOMINICANEANDO
El primer congreso de V República
El Partido V República está llevando a cabo su primer congreso para analizar las recién pasadas elecciones de medio tiempo para enfocar su organización a las elecciones generales del 2012. El producto del mismo debe aportar los insumos para la elaboración de una estrategia para los próximos comicios presidenciales venideros. El congreso, con magníficas ponencias ilustradas por profesionales de altísima calidad y la presencia militante de los dirigentes nacionales del partido, podría llamarse Gregorio Luperón, Francisco Ulises Espaillat, Antonio de la Maza, Juan Bosch, Manolo Tavares, Fernández Domínguez, o Caamaño Deño, pero también podría llamarse sin problemas José o Pedro Pueblo, y aunque oficialmente fue designado con el nominal de Juan Pablo Duarte, para cumplir con la costumbre de propiciar las cosas justamente con su nombre, su bautizo se fundamenta en el hecho indiscutible de que la memoria del Padre de la Patria sintetiza y sincretiza a todos los otros y los demás, como si construyéramos a golpe de heroísmo, la mejor silueta del Compadre Pedro Juan, decidido a desentrañar todos sus dilemas. Brillante las exposiciones, agudas y realistas las discusiones sin concederle espacios malevos al desconcierto, espacios baldíos al pesimismo que devora la esperanza, o esa falta de fe que no solo consume el entusiasmo, sino que le regala “totalmente de gratis” al despropósito, una continuidad perversa. Sin embargo, tampoco se le han concedido tramos peligrosos a los eufemismos, a las ilusiones “pendejas” o aquellas abstracciones que confunden los deseos con la realidad. El lema del congreso podría ser también: “Con los pies en la tierra y el corazón en el baluarte”. Por las ventanas del salón donde se está llevando a cabo el congreso es cierto que se asoman amenazantes el deterioro de la credibilidad de lo posible, la factibilidad de ese imposible necesario sin lo cual ni la gesta ni la obra se realizan. La desilusión acecha desde afuera, la desconfianza producto de los engaños repetidos, la decepción, la amargura, el desengaño y la desesperanza son espectros fisgones indeseables. Fantasmas del rumor pesaroso de quienes han bajado los brazos para luchar, o de aquellos que se han dejado abrumar por errores e incapacidades. Asomo de la superioridad del enemigo, con la lógica avasallante del poder, o la racionalidad misma de una partidocracia igualada en sus propósitos de continuidad, que en el mejor de los casos apuestan al “quítate tú para ponerme yo”, “guárdame eso ahí que vengo en breve”. Lo importante está por verse aunque nunca se haya visto. Lo hazañoso es precisamente lo que no ha pasado. Lo difícil es lo que vale la pena. Lo inaudito, lo insólito sin ser absurdo, pasa cuando “se cae una viga”. Lo necesario es lo que nunca ha ocurrido, en lo que se debe trabajar para que pase. Lo inesperado siempre ocurre. Lo imprescindible lo hace el pueblo para defenderse exactamente “el día menos pensado”. Las utopías son realidades en proceso. Lo posible está hecho, lo imposible lo haremos cuando nos decidamos hacerlo. La cuestión no es que Leonel haya sido exitoso, como lo ha sido dentro de la racionalidad del poder y sus circunstancias, el asunto es que estamos construyendo las condiciones para serlo con el favor del pueblo. Que vaya a la reelección si puede y le place, de todas formas hay que platearse derrotarlo de todas maneras. Oponérsele convenciendo a la gente, no solo porque la “abstención no vota”, sino porque “el que convence vence y para convencer hay que estar convencido.¡Hay que volver a Capotillo!