FIGURAS DE ESTE MUNDO

Mozart y la gratitud

No todo el mundo sabe corresponder con gratitud los favores o atenciones recibidos. No todos aprecian los beneficios o las palabras amables, dulces, que les prodigan otras personas. Pero a veces aparecen seres tan agradecidos que son para nosotros una fuente de inspiración. Wolfgan Amadeus Mozart, el genial compositor austríaco, mostraba al parecer esta noble cualidad desde su niñez. El más versátil músico de la historia, con una vastísima y diversa creación, fue un niño prodigio. En 1752, a los seis años, ofreció un concierto en la corte de Viena, ante la emperatriz María Teresa y su esposo Francisco de Lorena. Una de las hijas de esta pareja, una niña de cinco años de edad, nada menos que María Antonieta, la futura reina de Francia, mostró al niño su inmensa colección de juguetes. Mozart, que era un niño muy tierno y sensible, le dijo: “Es usted muy buena y muy bella, y quiero que nos casemos. Pero yo soy pobre y no tengo juguetes”. La madre de María Antonieta, enterada de los sentimientos del niño músico, le dijo: “Tú eres pobre, pero serás el rey de los músicos, y puedes muy bien casarte con nuestra María Antonieta. Pero son demasiado niños todavía. Deberán esperar algunos años”. Y Mozart, para mostrarle gratitud por tan generosas palabras, besó su mano y le dijo: “¡También me casaría con usted, señora!”. En verdad, la palabra amable o el bien recibido permanecen en la memoria del hombre agradecido. Por eso el pueblo de Dios tiene siempre a flor de labios la alabanza y la gratitud. Está siempre dispuesto a dar las gracias al Creador, porque nunca faltarán motivos de agradecimiento en todo el transcurso de la vida: sobre todo por su favor gratuito e inmerecido, esto es, el perdón de pecados y la salvación del alma; en fin, debemos dar gracias a Dios por todas las cosas. En Efesios 5:29, San Pablo dice: “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

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