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Una apremiante realidad

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Laura CastellanosSanto Domingo

A casi seis meses del devastador terremoto acaecido en la nación haitiana, el Presidente Fernández acude nuevamente al auxilio del país más pobre de nuestro continente. El mérito de su perseverancia es más que evidente: luego de dos encuentros internacionales previos, de muchos millones de dólares donados y de un desfile de celebridades unidas al entusiasmo fugaz de ayudar a Haití, Leonel Fernández ha asumido un necesario liderazgo para evitar que la crisis de nuestro vecino país quede en el limbo de los titulares olvidados. Ahora bien, su interés y persistencia va más allá de una desprendida labor filantrópica. República Dominicana tiene preocupaciones únicas en el tema. Comparte con Haití una isla dividida por una frontera porosa que apenas implica obstáculo para una población desesperada que se mantiene sumida en el hambre, la enfermedad y la pobreza. Con 1.3 millones de damnificados, la tragedia en la que se encuentra el desfalleciente pueblo haitiano terminará convenciendo a muchos de dar los pocos pasos necesarios para llegar hasta el otro lado del río Masacre. A casi seis meses del terremoto que arrancó la vida de unas 300,000 personas, fluyen los fondos y los protagonistas, pero no las soluciones. La temporada ciclónica recién iniciada presenta una nueva amenaza para la ya atormentada y abatida población haitiana. Los techos improvisados que sirvieron de refugio en un inicio ya demuestran su perturbadora fragilidad con las lluvias iniciales. El riesgo de epidemias, la inestabilidad política, las dificultades en la distribución de la cada vez más escasa ayuda y los retrasos en buscar soluciones más definitivas amenazan con aumentar las funestas estadísticas de pérdidas humanas y materiales. La Cumbre del Presidente Fernández es un último grito desesperado dirigido a una Comunidad Internacional que rápidamente ha dejado a Haití con la soledad de su tragedia. Su apremiante realidad demanda de más acciones para lograr la reconstrucción de un futuro que antes no era prometedor, pero que actualmente está reducido a trizas. Sólo queda esperar que las medidas y ejecutorias logren recuperar algo de lo mucho perdido. Después de todo, el destino de dos naciones, indisolublemente unidas en una isla, depende de ello.

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