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Enrique Eusebio y los inventos del instante

Quizá la mejor forma de abordar el más reciente libro de Enrique Eusebio es pensando en el concepto de canon académico esbozado por el escritor Harold Bloom, que a pesar de su clara parcialización con el mundo anglosajón, ha permeado el pensamiento universal y ha llevado a algunos críticos a hacer un listado jerárquico de poetas basado en sus criterios. En el estudio de Carlos Gamerro se expone lo siguiente: “La crítica académica del siglo XX ha estado en general dominada por los especialistas ganando en profundidad y especificidad y perdiendo en globalidad y alcance. Los críticos no se atreven a hablar ya de toda literatura, así, al menos, en la crítica académica la figura del humanista clásico (que va de Aristóteles a Samuel Johnson) ha ido perdiendo vigencia”. Acerca de la existencia de un conjunto de obras dentro de nuestra poesía, que presiden la rica diversidad de la tradición, no podríamos decir que ha existido una reflexión crítica que facilite la existencia de dicho canon. Esto se agrava con la desaparición prácticamente de todas las revistas y los suplementos especializados en literatura. Nuestros escasos críticos son presas, en la mayoría de los casos, de una parcialidad que enceguece su pensamiento. Los resultados son personales y discriminatorios no solo hacia la obra, sino también hacia los autores que no les simpatizan. Los casos de Elliot o de Octavio Paz en los que se une un sólido pensamiento crítico a una gran poesía, no parecen tener muchos representantes en nuestra realidad intelectual. Esta situación ha dificultado que un poeta como Enrique Eusebio, capaz de demostrar en menos de cien páginas precisión, armonía, ritmo, talento creativo y rigor, no aparezca adecuadamente en las selecciones literarias. Una relectura de la poesía dominicana hecha sin prejuicios echaría por el suelo en forma definitiva las clasificaciones que parecen normar el ámbito literario local. Este escritor fue el primero de nuestra generación que entendió que el problema de la poesía no es agregarle palabras si no, muchas veces, quitarle. Se me ocurre como la definición más cercana a la poesía de Eusebio el juicio del crítico Fabio Morábito cuando dice: “¿Qué es el poeta al fin y al cabo, si no el indolente de la comunicación? Omite, recorta, deshidrata y oculta, dejando el lenguaje en su hueso, en el umbral de lo humano; dice lo esencial, luego se duerme, pues sólo así se hace perdonar su violenta intromisión en las entretelas del verbo. El espacio en blanco que rodea cada poema es un letargo temporal”.

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