FIGURAS DE ESTE MUNDO
Billini un 16 de mayo
El presidente Francisco Gregorio Billini pronunció el 16 de mayo de 1885 un discurso impresionante: sus palabras de renuncia al poder. Después de un año en la Presidencia de la República, de esfuerzos fallidos y desengaños, llegó a esta decisión irreversible. La estupenda pieza constituyó un contundente llamamiento contra las sordas querellas de los partidos en pugna. Lo estremecido y estremecedor del lastimoso despojo de la potestad, la decisión valiente tomada después de gran tolerancia, el propósito que buscaba limpieza de manos y de conciencia frente a la sangre del crimen y del oro corruptor del peculado, todo esto estaba contenido en tal pronunciamiento. Concluyó su expresión con un gesto de conmovedora humildad: “Cuando subí las gradas del solio para regir los destinos de la patria, aunque pisé con firme planta hasta el último escalón, desconfié de mi gloria; porque traía el deseo de hacer mucho en bien de la República. Hoy, habiendo hecho muy poco, dadas las circunstancias, me parece que este descenso me enaltece: desciende mi personalidad vana y efímera para elevarse la República grande e inmortal”. Esa decisión política significó, empero, algo propicio para nuestras letras. Billini, autor de la novela “Baní o Engracia y Antoñita”, pudo elevar el pensamiento hacia los altos ideales, como una gaviota sobre la pleamar azul. Su grito manifiesta la angustia de quienes, en espera del bienestar infinitamente prometido por los farsantes de la política, solo tienen el recurso impostergable de volver los ojos a Dios.