Alfonso Moreno
Alfonso Moreno Martínez fue uno de los mejores políticos que ha tenido la República Dominicana en toda su historia. Él constituyó un verdadero paradigma entre quienes ejercieron esa actividad al abrirse el país a la convivencia democrática, después de la ejecución del tirano Rafael Leonidas Trujillo. En ese tiempo, las organizaciones políticas eran dirigidas por hombres que encarnaban ideologías: la socialdemocracia del PRD por Juan Bosch; el marxismo, con varias tendencias, bajo los modelos de Rusia, China, y Cuba, allí estaban Narciso Isa Conde, Máximo López Molina y Manolo Tavárez Justo; los remanentes del trujillismo, capitaneados por el doctor Joaquín Balaguer y el socialcristianismo, encabezado por los doctores Alfonso Moreno Martínez y Mario Read Vittini (éste aún vive). El ambiente político mundial era de enfrentamiento entre el marxismo en expansión, exportado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el liberalismo, que con EEUU habían apadrinado las dictaduras de derecha en América Latina y en otros países del planeta. Entre nosotros, además, la efervescencia que representaba la Revolución Cubana. Alfonso Moreno fue ejemplo como persona, como esposo, como padre, como empresario y como político. De estudiante luchó contra la férrea y tiránica dictadura trujillista. Perteneció a la Acción Revolucionaria Dominicana de inspiración aprista. Sufrió el asesinato de su hermano menor, Nono, y tuvo que asilarse para zafarse de Trujillo y sus esbirros. Fue nota destacada de esos altos dirigentes su fidelidad a los principios y valores y su honestidad a toda prueba. Alfonso dio muestras de esto, pues, sin empleo ni producción que le produjera ingresos no admitía ayuda económica para él ni para miembro alguno de su familia. Él sufrió por el socialcristianismo. En San Francisco de Macorís, ya casado con doña Ligia Portalatín (aún viva), vendía libros. Y no fue hasta que con los ingresos que recibió en la representación del gobierno dominicano ante la ONU, en uno de los ejercicios del doctor Joaquín Balaguer, que pudo reunir fondos para comprar la maquinaria con el propósito de instalar una fábrica de helados. El nombre de ese helado, Bon, fue seleccionado, entre varias palabras, por todos los miembros de la familia Moreno-Portalatín. Otra gran obra de ese paradigma de político fue hacerse cargo de la conservación de la foresta, y enseñar a los pobladores de esa área a tener utilidad del bosque, reforestándolo, en la loma Quita Espuela de su provincia natal. Esto lo logró con la oposición de la izquierda marxista, que alentaba a los campesinos de las comarcas allí asentadas a no participar en las actividades de uso y siembra de árboles, por ser su patrocinador un socialcristiano. Una calle de Arroyo Hondo, en la capital, lleva su nombre, y es justo que se honre un político de su dimensión. Es lo que hará el doctor Abigail Cruz Infante quien en los próximos días pondrá a circular un libro a su memoria.