Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Sobre la invectiva de Silvio

Avatar del Listín Diario
José Báez GuerreroSanto Domingo

El domingo 8 de noviembre pasado, en la página 9-A de la sección de opinión del LISTÍN DIARIO, el veterano periodista y ex embajador don Silvio Herasme Peña se ha tomado la molestia de comentar, tras haberlo leído en contra de su propia conseja, mi reciente libro “Guzmán, su vida, gobierno y suicidio”. En dieciocho párrafos don Silvio se “defiende” ardorosamente tras endilgarme supuestas “villanías”, “perversidad”, “inventar” y “fabular”, ser “mendaz”, “irrespetar su conducta y su vida como comunicador a toda prueba durante tantos años”, “llevar chismes” a la redacción de El Caribe cuando fui reportero de ese gran diario, ser “taimado” y “detractarlo”, entre otras faltas que me atribuye, aparte de calificarme como un “colector de grasas cerebrales y abdominales”. Esto último sí es cierto: soy gordo. Pero trato de controlar esa tendencia genética y esa debilidad conductual que me hace comelón. No acabo de entender cómo puede haber ofendido a don Silvio mi gordura. Lo demás sí tiene explicación. Se queja don Silvio de que en mi libro, que él califica de “mamotreto”, narro que la madrugada entre el 3 y el 4 de julio de 1982, cuando el suicidio del Presidente Guzmán, él propuso al vicepresidente Jacobo Majluta quedarse con el gobierno sin traspasarle el poder al presidente-electo Salvador Jorge Blanco, como debía ocurrir y efectivamente ocurrió el siguiente 16 de agosto. La conversación entre el vicepresidente Majluta, don Silvio y José Báez Guerrero en la que el doctor Herasme Peña externó esa sugerencia, medio de relajo, según se lee en el contexto de la situación narrada en el libro, consta en mis apuntes de esa noche y está referida para ilustrar el ambiente en la sala de espera del antedespacho presidencial esa dramática madrugada. Tiene razón don Silvio en que a él no se le podía tomar en serio y en efecto así está escrito en mi libro. Nada más lejos de mi ánimo que cuestionar la conducta pública o privada de don Silvio, que él mismo califica al decir que es “limpia como los paños de los altares” y “sin máculas de ninguna clase”. Esa inmaculada limpidez que se atribuye a sí mismo el doctor Herasme Peña, así como su temor de que lo que él considera una “ladina calumnia” ñmi cita de su propuesta dicha sólo medio en serio a Majluta- pudiera luego usarse “de manera perversa contra un hijo o un nieto o un biznieto muchos años después de dejar este mundo”, es lo que al parecer motiva su invectiva en mi contra. ¿Y acaso cree don Silvio que tras llenarme de insultos su descendencia o la sociedad dominicana van a pensar sobre él de manera distinta a lo que él realmente merezca? ¿Si el propio Majluta astutamente tomó como una broma ese comentario, por qué don Silvio entiende que debe desmentirlo tan apasionadamente? Afirmo que Herasme Peña se “defiende”, entrecomillado, porque no lo he atacado ni “acusado” de nada ilegal ni deshonroso. La “academia periodística” en la que me formé, que Herasme Peña alude sin mencionar al doctor Germán E. Ornes, me permite responder su diatriba sin atribuirle ni un solo epíteto, sin insultarlo ni desconsiderarlo, porque allí aprendí que incurrir en esas bajezas debilitaría cualquier argumento que presuma de sustentarse en la razón y la decencia. Igualmente, en mi libro que lo ha cabreado tan malamente, no me ocupé para nada de juzgar ni calificar ninguna conducta de don Silvio. No hace falta. Mi libro sobre el suicidio de Guzmán, a mi juicio, se basta a sí mismo y no escribo esta respuesta a don Silvio con ninguna intención que no sea satisfacer su afán de salvar su propio buen nombre ante su descendencia: ojalá nunca deban ellos leer una opinión sobre su padre y abuelo como la que Herasme Peña tan entusiastamente ha dejado escrita sobre mí, que revela más sobre su carácter y condición humana que sobre el mío.

Tags relacionados