La ética y el mercadeo en la medicina
En estos días se me ha pedido que prepare una conferencia sobre la ética y el mercadeo en la medicina, y esto me ha hecho pensar mucho en lo que ocurre dentro del ámbito comercial y en la industria relacionada con la práctica de la medicina. Lo primero es que la ética es lo que norma las relaciones de los hombres con la sociedad, con los demás hombres, con sus colegas, con sus familiares, con sus amigos, con el comercio, con las prácticas profesionales, y con el mundo entero. La ética es cambiante, no es estática. Así, lo que era ético hace 2000 años, hoy día no es ético. Por ejemplo, en el código de Hammurabi se regulaba la práctica de un oculista y se establecía exactamente lo que podía cobrar en dinares y además se presentaba como castigo lo que le pasaba al oculista en caso de equivocarse con la famosa penalidad de “ojo por ojo, diente por diente”. Hoy día ni pensar que castigaríamos un caso de mala práctica sacándole el ojo al cirujano. Igualmente, la ética de hace cincuenta años consideraba una abominación venderle a los pacientes lentes, audífonos, prótesis, medicamentos, o materiales quirúrgicos. Sin embargo hoy esto se considera un “servicio al cliente”. El mercadeo es la profesión que se dedica a convencer a los seres humanos de que deben consumir algo que no necesita. Lo ético sería que el mercadeo se dedicara a convencernos de consumir lo que en verdad necesitamos, ya sea rebajar de peso, comer menos, hacer ejercicios y consumir menos alcohol y tabaco. El hecho es que el arte del mercadeo en la medicina tiene su cara positiva. El mercadeo permite llevar al médico conocimientos de las nuevas tecnologías, nuevos adelantos y descubrimientos, mejores tratamientos para las enfermedades, mejores equipos para diagnosticar a los enfermos, y también mejores equipos para realizar operaciones más precisas y con resultados óptimos. A los pacientes este mercadeo le es accesible hoy día a través de la internet y esto facilita mucho la comunicación de nuevas tecnologías y pronósticos, inclusive antes de que el paciente llegue a la consulta del médico. El mercadeo obliga también a la libre competencia y esto debe llevar los servicios y bienes al consumidor a menor costo y mejor calidad. La pregunta sería: “¿Donde está el problema?” Pues el problema está en la práctica poco ética de la industria médica en cinco renglones principales que violan los conceptos más elementales de la ética: 1. Las prácticas monopolistas 2. El conferencista “comprado” 3. El uso de sobornos o incentivos para colocar su producto 4. La exclusión del pobre a favor del rico y 5. Los abusos de las ARS o EPS en sus prácticas habituales de excluir todo aquello que le cuesta. Lo de las prácticas monopolistas lo vemos a menudo en los congresos nacionales e internacionales. Las casas comerciales quieren tener exclusividad de ciertas actividades y no quieren ni pensar en que otras casas expongan cerca de ellos. Quieren traer a conferencistas “comprados” que hablan favorablemente de sus productos, pero esto dentro de los foros científicos donde la objetividad debe reinar y no el comercialismo. Quieren influir con regalos, sobornos y prebendas para que los médicos consuman sus artículos. Colocan afiches y literaturas para que sus productos se vendan en los consultorios y hospitales. Lo peor es que llegan estas empresas a querer influir en los programas de compras estatales influenciando a funcionarios del ministerio de salud para que se incluya su producto de manera exclusiva y algunas veces ofreciendo ciertas ventajas a estos funcionarios lo cual se considera de muy poca moral y ética. Lo peor es lo de aprovecharse de países como el nuestro que tienen pocas regulaciones para colocar drogas controladas como los esteroides y calmantes en las manos de pacientes, aún sin recetas médicas, produciendo así grandes complicaciones como lo hemos visto en los casos de los beisbolistas famosos que hoy día enfrentan penas severas por esta falta de regulación. En los congresos médicos, es frecuente que las casas comerciales quieran traer a un conferencista “comprado”. Este profesional suele estar en la nómina de la firma como “consultante” o recibe de regalo el pasaje aéreo y le pagan su estadía en el hotel para que hable favorablemente de un producto o de un equipo. Las especialidades médicas pueden permitir que estos conferencistas presenten en los foros científicos, pero deben exigirles que hagan un reconocimiento público de estos conflictos de intereses en los programas publicados para ese evento. En sus conferencias, la segunda diapositiva de ese conferencista debe tener, como en EEUU y Europa, un reconocimiento de los intereses financieros que ese conferencista tiene en el tema que está tratando. El tema de la exclusión de los pobres es muy delicado. Muchos médicos quieren excluir de sus prácticas a las personas de escasos recurso. Quieren ir a los hospitales en busca de pacientes que pueden pagar sus honorarios en la práctica privada. Se llega a tener una doble moral ya que el trato que se le da al paciente indigente es muy inferior al del paciente que paga la consulta privada. No es casualidad que la canción de Juan Luis Guerra trate el tema del “Niágara en bicicleta”, en el que denuncia un sinnúmero de abusos que se hacen en los hospitales. Por suerte la nueva ley 87-01 está cambiando muchas de estas ineficiencias de los hospitales a favor de los más necesitados y en eso el Senasa, con su plan subsidiado, está corrigiendo el norte de los servicios hospitalarios que se da a los pobres. Son tantos los ejemplos de profesionales exitosos que hicieron de la atención al pobre un ministerio y esto sin sacrificar sus prácticas privadas. Doctores como Huberto Bogaert, Hector Mateo, Teo Gautier, Elías Santana y muchos más que nos han demostrado que la profesión médica está para curar a los enfermos sin importar su condición étnica, económica, social, religiosa, o política. Eso es lo ético. La falta de ética por parte de las administradoras de riesgo de salud han sido denunciadas en ponencias anteriores. Estas incluyen querer excluir a pacientes porque son diabéticos, hipertensos, porque son ancianos, porque les cuesta mucho un procedimiento o porque tienen una enfermedad muy costosa como el sida o una malignidad. Todas estas exclusiones obedecen a intereses comerciales y muy a pesar de las cuantiosas sumas de dinero que éstas reciben de la tesorería derivada de los salarios de mucho millones de contribuyentes, quieren insistir en desamparar a los dominicanos simplemente para ampliar sus márgenes de beneficios y para acumular riquezas. Esto también es muy poco ético y por todas estas razones se entiende que los comités de ética deben ser una parte esencial del funcionamiento de todas las instituciones y organizaciones mencionadas ya que la ética tiene que imponerse.