Viva España
Primavera de 1975, mientras brincaba, más que bailar, la música rock en la discoteca Baccarat de Barcelona, se esparció el rumor en apenas segundos ¡murió el caudillo! La interpretación cesó de inmediato, las luces se encendieron, las parejas se disolvieron y empezó el desfile de salida. Becado nuevamente por Madame Solá de Cañizares, me encontraba en la ciudad Condal realizando un curso de derecho bancario comparado. Hospedado en la sede del Colegio de Abogados de Cataluña, con piscina en las plantas superiores, había visitado a prima noche el Palacio de la Generalitat, sede del gobierno regional de Cataluña, para bailar junto a compañeros y catalanes la sardana, danza típica con origen en la Isla Cerdeña que se baila en grupos, en círculo y en parejas tomadas de la mano, alternándose hombre-mujer-hombre-mujer. La noticia era falsa, fue solamente una de las ocasiones en que se anunciaba la muerte del Generalísimo nacido en El Ferrol. Al día siguiente la vida recobró su ritmo normal y seguí disfrutando de un lugar privilegiado de España, distinto a Madrid, pero con grandes encantos. Conocí Madrid en diciembre de 1974, acogido junto a Adelaida por la pareja de mi antiguo alumno Vinicio Martín Cuello y María Irene. Disfrutamos de la Navidad y luego por tren llegamos a Lisboa. La capital Lusitana todavía estaba bajo el influjo de la revolución de los claveles. En la Plaza Da Rocío se disfrutaba de buena Ginga, una incendiaria bebida a base de cachaza. Llegado el otoño 75, la sustentación de mi tesis doctoral fue fijada para el 17 de noviembre, en Niza, tenía previsto viaje el 21 de noviembre a Madrid, permanecer unos días en casa de mi amigo Jesús María, joven catedrático de comercial en la Complutense y compañero en Trieste de los cursos de derecho del trabajo comparado. El 20 de noviembre se dio a conocer definitivamente la muerte de Franco. Pensé de inmediato con Job, 18,5 “Ciertamente la luz de los impíos será apagada y no resplandecerá la centella de su fuego.” Llegué a Madrid el 21 de noviembre y junto a Jesús María preparamos una gran fiesta privada. Compramos toda la sidra posible, vino tinto, tapas, convidamos a varias amigas de mi anfitrión, otras del colegio mayor de Brasil y gratificamos al conserje por su silencio. Los conserjes eran fuente de chivatos, como en toda dictadura, además uno tenía que anunciar a cuál apartamento se dirigía antes de entrar a un edificio, y entonces un guardián daba tres toques con una especie de macana para anunciar la visita. Nos pusimos de acuerdo para no salir del piso o apartamento hasta la mañana del otro día. Bailamos y festejamos. Pero desde el primer momento dejé claro que como cristiano católico no festejaría la muerte de Franco, sino la cercana liberación del pueblo español de la dictadura. Esa profesión de fe me sirvió para que pecara, venialmente, toda la noche bailando con María de Jesús, hija de un general del ejército del aire franquista. Al mediodía siguiente, hice una larga fila e ingresé al Palacio de Oriente y allí vi postrado al caudillo, la grandeza terrenal dormida para siempre, mientras recordaba la sentencia bíblica “pues polvo eres y al polvo volverás” (Génesis, capítulo 3, versículo 19). De esos viajes y por la calidad de su gente le tomé un inconmensurable cariño a España y los españoles. Para quienes utilizan los desmanes de la colonización para rebatir mis sentimientos, les respondo con Neruda “Se llevaron nuestro oro, pero nos dejaron un oro mayor: la lengua española”. Para 1975 nuestra patria dominicana había organizado elecciones en 1962, 1966, 1970 y 1974. Sin embargo, hoy España es un pujante país con vibrante democracia, fuerte economía e integración europea. El Pacto de la Moncloa de concertación económica, social, jurídica y política del 27 de octubre de 1977 fue la clave. Su clase política desde la izquierda hasta la derecha nos dio un gran ejemplo: colocaron a España primero. Además ganaron la Eurocopa de este año. Soy aguilucho y madridista. Viva el Real Madrid. ¡Viva España!.
