La doble moral del dominicano
2 de 3 En la primera parte expuse las características de la doble moral que manifiesta el dominicano que nace y crece en los barrios y comunidades pobres. Comenté de cómo empiezan las tentaciones y crecen en magnitud a medida que el joven progresa desde la niñez hasta la adolescencia y los primeros años de la edad madura siendo así finalmente víctima de las tentaciones de la droga, el deseo de poder y el deseo de tenerlo todo. La Biblia nos dice que el gran problema del hombre es saber escoger entre el bien y el mal. Desde la formación del primer hombre y la primera mujer en el libro de Génesis, encontramos esta dificultad que tiene el ser humano para escoger entre lo que es lícito y lo que es ilícito. En ese libro bíblico, finalmente Adán sucumbe ante las tentaciones de Eva y prueba la manzana prohibida y así logra que Dios expulse la raza humana del paraíso terrenal hasta el día de hoy. La gula, la codicia, el hambre y el deseo de poder, la envidia, y todas estas tentaciones a las que es sometido el hombre, finalmente lo hacen caer en el camino del mal. Nuestro ejemplo de hoy es dirigido a los jóvenes que vienen de hogares más acomodados, hijos e hijas de padres adinerados, criados con cucharas de plata, vestidos con finas telas de lino y adornados sus nombres con los más renombrados apellidos de alcurnia. La doble moral en la formación del niño o niña empieza desde antes de nacer ya que las madres adineradas no dan a luz en hospitales públicos y menos con comadronas. No, en nuestro país las madres de alcurnia tienen que dar a luz en el extranjero o en clínicas y hospitales de lujo donde las condiciones para recibir esa preciosa criatura que llega al mundo para satisfacer el ego de la sociedad en la que será inscrita quede debidamente sellado desde el momento en que recibe su acta de nacimiento. Mientras que en la maternidad de Los Mina y en La Altagracia, duermen varias mujeres en la misma cama, nacen 150 dominicanos a diario, las soluciones estériles están tan aguadas que no huelen a nada y muchas veces tienen que compartir el mismo hilo de sutura o sábana de la cama, en las clínicas privadas, en La Plaza de la Salud, o en el Homs, los niños nacen con familiares visitantes en la sala de parto, con batas y mascarillas desechables, los ombliguitos se esterilizan con pomaditas de yodo y los niños se adornan con pulseritas que tienen su nombre. Los pediatras están siempre en atención ya que allí cosechan un paciente que atenderán por los próximos 15 años. En la habitación privada abundan las flores, las cintas con el color apropiado rosado o azul que corresponde al sexo del recién nacido, una canasta con cuantos regalos y adornos que le durarán hasta el segundo año de vida, y la visita al área del recién nacido preferiblemente durante los próximos tres días para que la clínica pueda justificar lo que cobra. En la maternidad, el niño que sabe chupar está en condiciones de ser dado de alta y olvídense de que hay que enseñarle a la madre cómo amamantar, los debidos cuidados preventivos como hervir o esterilizar el agua, y menos los principios de la inmunización y las visitas al pediatra para verificar el desarrollo del bebé. No, el pobre a la calle y si es haitiano peor. Nuestra criatura recién nacida crece en un ambiente privilegiado. Tiene siempre una nana que le atiende y debidamente uniformada es llevada hoy día a los cumpleaños y hasta se convierte en parte de la familia cuando visitan los restaurantes o cuando van de fin de semana a su villa en La Romana o CapCana. Así nuestro hermoso bebé crece sabiendo que existe una nana que le complace en todos sus deseos y luego una madre que necesita dormir más que ninguna otra mujer ya que la belleza viene del sueño bien aprovechado o de las visitas al salón de belleza o a los Spas y gimnasios que le dan su merecido consentimiento. Algunos niños prefieren estar con la nana y el chofer más que con sus propios padres. Al menos estos le conocen sus necesidades y los otros creen que con regalos lo resuelven todo. A este niño privilegiado se le tiene que dar todo. Los cumpleaños tienen que ser en grande, con muchas vejigas, con payasos, con música bomba, con rifas y muchos premios. Nuestro niño pobre, sin embargo, crece sin saber lo que es una fiesta de cumpleaños y cuando le toca es para que le den un sombrerito de papel y un pito en una pizzería o un colmadito de la esquina.
