PENSAMIENTO Y VIDA

A propósito de un “power-point” recibido

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Francisco José Arnaiz S. J.Santo Domingo

Con entusiasmo y gozo hemos ido aplaudiendo las conquistas que ha ido logrando la mujer en nuestra era y sociedad. Derechos y actividades que durante siglos le fueron negadas. Antes, reducida al hogar, apenas si tenía protagonismo en la vida pública. Es verdad que educada para el hogar, era en él Señora y Reina, pieza insustituible y elemento clave de su buena marcha, felicidad y esplendor. Educadora genial de la prole en sus primeros años, era maga en el tejer y destejer las relaciones familiares y en solucionar con mano de seda los conflictos inherentes a la convivencia íntima de seres con personalidades muy distintas aunque nacidas y crecidas en el mismo seno familiar. Recordando a su madre, el poeta español José María Pemán, al morir ella, escribió estos sentidos versos: “A una madre, se la quiere/ siempre con igual cariño./ Y a cualquier edad se es niño,/ cuando una madre se muere./ Gabriel y Galán, pensando en su madre y en su esposa, nos dejó su célebre poema “El Ama”: Yo aprendí en el hogar en qué se funda/ la dicha más perfecta,/Y para hacerla mía/ quise ser como mi padre era/ y busqué una mujer como mi madre / entre las hijas de mi hidalga tierra./ Y fui como mi padre y fue mi esposa/ viviente imagen de la madre muerta./(...) Qué buena era la esposa/ y qué feraz mi tierra,/Que alegre era mi casa/ y qué sana mi hacienda./ y con qué solidez estaba unida /la tradición de la honradez con ellas,/ Una sencilla labradora, humilde,/hija de oscura castellana aldea, / una mujer trabajadora, honrada,/ cristiana, amable, cariñosa y seria,/ trocó mi casa en adorable idilio/ que no pudo soñar ningún poeta. Hoy a las jóvenes las contemplamos capacitándose en todas las universidades del país en mayor número que los varones y llevándose indefectiblemente casi todos los honores. Y las vemos, después, triunfando en el área empresarial, en la investigación más sofisticada, en el ejercicio de la medicina, en la arquitectura, en la ingeniería civil, en la jurisprudencia, en la banca, en la aeronáutica, en la policía y fuerzas armadas (hasta en la legión), en todas las artes y oficios, en la enseñanza universitaria y en la misma política, coto cerrado por mucho tiempo a sólo los varones. Hoy son muchas las que se desempeñan como secretarias de Estado y hasta como presidentas de varias naciones no sólo del tercer mundo sino del mismo primero, enredado y difícil. Lo aprobamos. Lo aplaudimos y solo deseamos que no deserten, para bien de la humanidad y de la sociedad, de su función genial e insustituible en el hogar en virtud de sus cualidades excepcionales de esposas y madres. Sería una pérdida de tristes y largas consecuencias para la humanidad. Los movimientos feministas radicales reclaman insistentemente hoy paridad de género e igualdad total de derechos. Hay que matizar esto. Existen derechos humanos fundamentales, primarios. Y derechos humanos secundarios. Los primeros se fundamentan en la naturaleza y dignidad connatural, humanas y los segundos en peculiaridades específicas, habilidades innatas o adquiridas o en capacitaciones logradas. Esto supuesto, hombre y mujer son iguales en naturaleza, dignidad innata, origen y destino y por lo tanto gozan de los mismos derechos fundamentales. Hombre y mujer, sin embargo, dentro de lo humano, no son iguales en caracteres secundarios. No lo son, ante todo morfológicamente. Los investigadores ingleses han descubierto, no hace mucho tiempo, con todas las implicaciones que esto implica, que el cerebro femenino y el masculino son distintos. Sobre la base de evidentes diferencias fisiológicas, es claro también que hay fuertes diferencias psicológicas, no reducibles a la mera educación. Es verdad también que entre los extremos de lo estricto masculino y femenino existen situaciones intermedias (física y psicológicamente). Esto supuesto, no son iguales en ambos los derechos secundarios. La paridad total de derechos humanos es un sofisma por no distinguir entre derechos fundamentales y secundarios. Es lamentable, en pleno siglo XXI y en un mundo tan intercomunicado, que todavía hoy en vastas regiones y aún continentes enteros, no esté vigente y reconocida aún la igualdad de derechos humanos fundamentales entre el hombre y la mujer y que impere una indignante discriminación, marginación y explotación de la mujer. Y es reprobable y bochornoso que aún en las naciones donde se acepta esa ineludible igualdad de derechos humanos fundamentales existan todavía prácticas nefastas, anacrónicas, propias de tiempos idos ya. Por citar algún ejemplo, la trata de mujeres para indignos burdeles y la violencia de género. Todo esto me ha venido a la mente a propósito de un power-point que una persona, amiga y muy inteligente ha colocado en mi computadora. Para reflexión de mis asiduos/as lectores/as y como testimonio de mi admiración y de mi gratitud a todas esas mujeres que al preguntárselos por su ocupación responden que “labores domésticas” reproduzco ese power-point. Lo único que pedimos es que no se pierda lo que dicho power-point nos ilustra. Dice así: “Papá y mamá estaban mirando la televisión cuando mamá dijo:”Estoy cansada, es tarde y me voy a la cama. Fue a la cocina a preparar los bocadillos para el día siguiente. Puso a remojo los recipientes de las palomitas y sacó la carne del congelador para la cena del día siguiente. Controló si quedaban bastantes cereales, llenó el azucarero, puso las cucharitas y los platos del desayuno en la mesa y dejó preparada la cafetera. Puso la ropa húmeda en la secadora, planchó una camisa y cosió un botón, recogió los juguetes, puso a cargar el celular y guardó la guía telefónica. Regó las plantas, ató la bolsa de la basura y tendió una toalla. Bostezó, se desperezó y se fue al dormitorio. Se paró un momento para escribir una nota a la maestra. Contó el dinero para la excursión y cogió un libro que estaba debajo de una silla. Firmó una felicitación para un amigo y escribió la dirección en el sobre. Escribió una nota para el charcutero y colocó todo junto a su bolso. Mamá a continuación se lavo la cara con las toallitas, se puso crema antiarrugas y se lavó los dientes y las uñas. Papá gritó: “pensaba que te estabas yendo a la cama”. “Estoy yendo” dijo ella. Puso un poco de agua en el bebedero del perro y sacó el gato al balcón. Cerró la puerta con llave y apagó la luz de la entrada. Dio una ojeada a los niños, les apagó las luces y la televisión y por un momento rezó por ellos. Recogió una camiseta, tiró los calcetines al cesto de la ropa y habló con uno de ellos que estaba todavía haciendo los deberes. En su habitación puso el despertador, preparó la ropa para el día siguiente, ordenó mínimamente el zapatero. Añadió tres cosas a las seis urgentes y visualizó el alcanzar sus propios objetivos. En ese momento, papá apagó la televisión y anunció: “Me voy a la cama”. Y lo hizo sin otros pensamientos. El provocativo “power-point” concluye: “¿Nada extraordinario? ¿Se preguntan todavía por qué las mujeres viven más tiempo?, Porque están hechas para los largos recorridos y no se pueden morir antes. Tienen demasiadas cosas que hacer. Doy gracias a Dios por tenerte, abuela, madre, esposa, hija, hermana, buenas amigas. ¡Mujeres grandiosas!”.

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