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El Bagrícola y ¡otros más!

Los subutilizados diez y ocho mil metros que ocupa el Banco Agrícola en el Malecón, hace mucho tiempo que son un desperdicio. Primero, porque interior y exteriormente ese edificio está en pésimas condiciones estructurales y, segundo, porque el espacio que requiere el personal que necesita (subráyese esa palabra) la institución para operar, no es de tantos metros. En consecuencia, estoy de acuerdo con que se venda al mejor postor ese magnífico terreno, cuyo valor lo determina su ubicación, pero bajo la condición de que, con parte del dinero de la venta, se proporcione al Bagrícola de un nuevo, moderno y amplio local, y que el resto del dinero no se destine a alimentar préstamos irrescatables, como históricamente ha sucedido, o a “programas sociales” donde se diluye todo en poco tiempo. Voy más lejos: estaría de acuerdo en que, bajo las mismas premisas, se venda el terreno y se traslade el hospital Robert Reid Cabral, ya que su ubicación es sumamente incómoda para la mayor parte de los de clase baja que lo utilizan. Ese hospital funcionaría mejor en un punto medio de la ciudad, donde tengan fácil acceso todos los pobres. Que se venda y traslade también la dotación policial que ocupa el amplio terreno ubicado en la Independencia con Abraham Lincoln, de muy alto precio, pero sin valor estratégico alguno para los fines de seguridad citadina. Las mencionadas son parcelas bien cotizadas y de fácil venta a inversionistas nacionales y extranjeros. El gran temor, el grandísimo temor, es el destino que se daría al dinero producto de todas esas ventas. Porque un país con instituciones de postalita, lo que hace es disgregar en manos tradicionalmente influyentes los grandes recursos que producen negociaciones como esas, y para muestra basta el CEA y la cantidad de terreno enajenado a través de los años de “democracia”. Sí, porque siempre se ha encontrado la manera de hacerse rico con el dinero del Estado y quedar impune, libre y honorable. Y por esa razón, medio en serio y medio en broma, suelo decir ante amigos que el Metro es un regalo de Leonel que debemos agradecer porque, basado en la historia dominicana de dolos gubernamentales, muy bien pudo haberse embolsillado, junto a su gente, ese dinero, en vez de invertirlo en la obra. El autor es publicitario.

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