La doble moral del dominicano

Avatar del Listín Diario
Fray Junípero CasablancaSanto Domingo

En un país tan católico y cristiano como el nuestro, existe una doble moral que en ocasiones hastía, enoja, y hasta nos da pena. Es que el dominicano suele presentar una cara para conseguir lo que quiere y tiene otra completamente distinta para cumplir con sus obligaciones y compromisos, o hasta para saber agradecer lo que tiene. Así recordamos la anécdota de don Paco Escribano que relata de un padre que comparte con el hijo una ferretería. Ese día le pregunta a su hijo que como van las cosas en la ferretería. El hijo le contesta que muy bien y entonces el padre le insiste, -¿le subiste los precios a todos los artículos?... ¿y contaste el efectivo por el cual no tendremos que pagar el ITBIS?... No se te ocurra pagar seguridad social por los haitianos que limpian el local y menos el seguro médico aún cuando se lo descuentas-. El hijo le contesta, -todo está arreglado como de costumbre, papá-. Entonces el padre le dice: -Bien mi hijo, ahora nos podemos ir a misa. Don Paco Escribano nos está dando el ejemplo de lo que es la doble moral dominicana. Queremos un país mejor pero lo llenamos de basura. Botamos los platos desechables, los cartones de jugo, o las servilletas que usamos directamente por la ventana lanzándolas a la calle. Queremos mejorar el tránsito pero todos queremos llegar primero, irrespetamos las señales de pare y los semáforos son adornos que nos sugieren cuando debemos parar o pasar en las esquinas. Queremos tener un seguro universal pero las ARS quieren que les paguen puntualmente mas ellos no quieren pagarles a los médicos, a las clínicas y tampoco a los hospitales. Ahora tampoco quieren cubrir las obligaciones de salud primaria y preventiva de la misma ley que les otorga fondos cuantiosos para garantizar la salud al pueblo. Las ARS tampoco quieren cubrir a los dependientes y se inventan cualquier excusa para no pagar los servicios que reciben los niños y los ancianos. Así también queremos tener casas de lujo con acondicionadores de aire las 24 horas, pero no queremos pagar la factura de energía eléctrica. Queremos que nuestros hijos tengan una buena educación, pero el país quiere pagar menos de 3% de su presupuesto en algo tan importante para enfrentar los retos del futuro en un mundo de tanta competitividad. Los políticos quieren que se les respete, pero se cambian de parcela y se traicionan como si fueran pupilos de Maquiavelo. Ya no existe una filosofía política de derecha, de izquierda, comunista, capitalista, ni boschista, ni balaguerista. Lo que existe es un deseo de permanecer en el poder a base de decir lo que la gente quiere oír y prometiendo las cosas que no pueden cumplir con la mayor hipocresía y con la mayor desfachatez. Como dice el famoso tango de Gardel, “Todo es igual, nadie es mejor... lo mismo es un burro que un gran profesor...” Los profesionales quieren tener mejores salarios y bien que se lo merecen. Pero no es posible que nuestro país quiera imitar a Suiza o a Estados Unidos cuando son muy pocos los que quieren pagar el triste 25% de impuesto sobre la renta. Los empresarios se quejan de que los impuestos están muy altos y aquellos que lo pagan tienen razón. Pues como es que de pronto la Seguridad Social les otorga una amnistía a los miles de empresarios que no han querido pagar las retenciones que ya le han realizado a sus empleados por años. Lo triste es que no hay autoridad que se haga respetar en este ámbito y cada cinco años los mala paga y los evasores salen premiados mientras que los honestos salen perjudicados por haber cumplido cabalmente con lo que dispone la ley. No se le ocurre a las autoridades que deben ser premiados los que cumplen y castigados los evasores como lo hace Miguel Cocco en las aduanas. Nuestros políticos quieren que se le respete y se les otorguen privilegios. ¿Pero cómo se explica el método de escoger las funciones de los famosos miembros de la Cámara de Cuentas? Ellos tomaron las funciones y las introdujeron democráticamente en una funda de papel y sacando los papelitos decidieron con extrema sabiduría los cargos que ostentarían. Para colmo, los salarios asignados eran determinados por la íntima sabiduría de una calculadora de mano que les decía cuanto tenían que ganar para enfrentar los compromisos personales de los integrantes de esta Cámara. ¡Cuánta hipocresía y cuánto abuso de la benevolencia de nuestro país! Los políticos quieren ser modelos de comportamiento y líderes de opinión pero nadie les reclama que rindan cuentas cuando aparecen con viviendas suntuosas, carros de lujo y cuentas inmensas tanto en pesos como en dólares. Los mismos políticos que se asignan salarios suntuosos, legislan para que un maestro de escuela tenga que vivir en la miseria y con salarios vergonzosos, y traten de levantar la moral y la ética de una sociedad corrompida por el afán de lucro y la droga. La sociedad dominicana lucha por enfrentar la crisis económica que nos abruma con un gasto excesivo en nóminas y servicios por parte del gobierno mientras que el Banco Central se las tiene que ingeniar para restringir el circulante lanzado por el mismo gobierno. El petróleo sigue subiendo pero no hacemos nada por limitar el transporte colectivo, reducir los vehículos de alto consumo, limitar el tráfico de vehículos oficiales durante los fines de semana o por tener alternativas de combustibles en nuestras bombas de ‘dispendio’. Los empresarios del transporte público quieren subir los precios de forma abusiva y antojadiza, pero los pobres usuarios no pueden aumentar sus sueldos y cada día más tienen que sacrificar de sus presupuestos limitados y hasta de sus comidas para transportarse. En el campo las cosas se hacen más difíciles cada día, ya que los insumos agrícolas dependen mucho del costo del petróleo. Los campesinos tienen que sembrar, enfrentar la sequía y las tormentas, tienen que cosechar y luego transportar sus productos al mercado. Por todo este esfuerzo reciben una décima parte de lo que cuesta el producto en el supermercado y el otro 90% se lo ganan los intermediarios. Esto no puede ser justo, y tiene que cambiar ya que no le toma mucho al joven campesino discernir que las mejores oportunidades están en la ciudad donde se mudan a llenar las filas de miserias y de hacinamiento de nuestros barrios marginados. Nuestro país tiene que madurar y darse cuenta de que así no es que se progresa. Tenemos que pensar más en el nos y menos en el yo. La doble moral, la hipocresía y la falta de autoridad van a acabar con lo más valioso que tiene nuestra república y esto son sus ciudadanos. Nuestra juventud tiene que crecer pensando más en lo que pueden hacer para cambiar su entorno y para hacer de nuestras comunidades lugares ejemplares donde se premie el trabajo, la educación y el esfuerzo por la superación. Tenemos que eliminar las fuentes de vicio, las drogas, los malos ejemplos y sobre todo a aquellos que creen que se hace patria bebiendo o consumiendo drogas, parrandeando o jugando dominó. Aquí tenemos que acabar con la doble moral.

Tags relacionados