DOMINICANEANDO
DNCD, Cultura e Indotel
Como no soy funcionario ni aspiro a serlo, se supone que puedo hablar mal del gobierno sin reparo alguno, desorientado por esa descabellada lógica clientelista, que según los estudiosos tenemos metida entre los huesos y que enferma de alguna manera nuestra condición de ciudadanos. Por la misma circunstancia, y porque no dependo de nada ni de nadie más allá de mi conciencia, “porque no temo, ni odio”, y reniego de los encargos, de las tutelas y las directrices, podría también hablar bien del gobierno, “cuando me dé la gana”, sin quebrantar la libertad de mi criterio y de mis conceptos. Pero ese no es el asunto que nos ocupa. Quiero más bien sacudir la inercia del pesimismo que sólo nos induce a la denuncia de lo mal hecho, de lo incorrecto y de lo condenable, olvidándonos de ponderar lo positivo, los aciertos, lo que se ha logrado y merece ser reconocido. En este caso, lo importante, lo que da la medida de lo razonable, son aquellas cosas que sirven en lo proactivo al interés colectivo, y entonces se me ocurre que más allá de los reconocimientos, los homenajes y encomios de algunos sectores e instituciones, la comunidad nacional debe estar satisfecha y confiada en el trabajo de la Dirección Nacional de Control de Drogas, no sólo por la cantidad de sustancias prohibidas capturadas, la mayor quizás de nuestra historia, sino por esa nueva actitud de hacer eficiente, depurar, moralizar y capacitar a ese organismo, consagrado para librar una guerra dura donde se está jugando de muchas maneras el futuro de nuestra democracia y del país que tanto amamos. La política de “cero tolerancia”, de su director, su patriotismo, su firme disposición de interpretar y ejecutar la intención política de manera recalcitrante, con un tema en el que hay que ser decididamente testarudo, poco simpático, poco convencional y “rosca izquierda”, marcan la notable diferencia. Por otro lado, quiero referirme a los productos asombrosos de la labor de la secretaría de Estado de Cultura, después de cuantificar por casualidad y causalidad, por encuentro por sorpresa, los resultados de cuatro años de gestión, llegando a la grata convicción de cualificar como ciudadano ordinario, los alcances de esa gestión como resultado de una política decidida en este aspecto, la más notable y nacional de nuestros anales, siendo justo y algo entusiasta. Bastaría echar un ojo al desarrollo exitoso de la Feria del Libro, la implementación de un sistema de bibliotecas, la construcción en todo el país de magníficos centros culturales; la reconstrucción del Palacio de Bellas Artes; el rescate de los Premios Nacionales. Las extensiones universitarias, las publicaciones, la renovación cualitativa del Archivo General de la Nación y todas las actividades trascendentes de un ámbito cultural revitalizado con visión de futuro, aunque muy poco publicitado y “cacareado”. Finalmente, tenemos que referirnos a los logros del Indotel, que ha sembrado de computadoras el país de forma organizada, dedicándose también a formar y educar en esa vertiente primordial del mundo moderno. Magnifica forma de invertir los recursos, comprometiendo el presente con el futuro, “pensando globalmente pero actuando localmente”. Forma adecuada e inteligente de preparar a la juventud para ese esfuerzo de inserción que tenemos y debemos hacer para ingresar al primer mundo de las comunicaciones, sin el cual los tiempos modernos no se explican. En resumen hoy, en este “Dominicaneando”, me dio por reconocer tres cosas buenas del gobierno, entre otras que se pueden mencionar y que cuando me venga en gana mencionaré. “Que la tierra me sea leve”. Enhorabuena.
