EDUCACIÓN
Competencias científicas, matemáticas y tecnológicas; una reflexión necesaria
CONSIDERACIONES SOBRE ESTAS COMPETENCIAS EN LOS ESTUDIANTES PARA EL SIGLO XXI Y CÓMO EVALUARLAS
El auge del concepto de competencias en la educación es un fenómeno relativamente reciente, aunque en la literatura educativa aparece desde los años 60.
La educación como modelo para que los estudiantes adquieran información y que con esta puedan lograr el conocimiento, ya no es suficiente (menos aún, aquélla que todavía está en los modelos estrictamente conductuales).
El nuevo siglo ha comenzado con cambios que sugieren que las bases estructurales de nuestro mundo económico, político, social y educativo dejarán de ser tal como las conocemos.
La educación, sobre todo en el pasado siglo, y como consecuencia de las reformas educativas, ha desarrollado una gran cantidad de términos que han traído mucha confusión, porque en ocasiones el mismo término se ha asociado a conceptos diferentes y, en otras, términos diferentes se asocian al mismo concepto. El concepto de competencias ha seguido ese camino desde su introducción en los 60 y actualmente tenemos currículos, estrategias y hasta los estándares basados en competencias.
Algunas definicionesEs imperante que el concepto se clarifique si queremos que desarrolle todo su potencial. No pretendemos tener la verdad terminológica, ni conceptual, de lo que es una competencia, pero les presento alguna evi- dencia de la necesidad de la clarificación del concepto.
Westera (2001) establece el problema existente en la literatura y lo remonta al 1965 cuando Chomsky introduce el concepto refiriéndose exclusivamente a las competencias lingu¨.sticas (representadas por la estructura cognitiva y las reglas que son necesarias para producir el lenguaje) en contraposición con la ejecución lingu¨.stica (cuando utilizamos el lenguaje en un contexto particular). Aunque muchos autores han seguido esta acepción original, otros han utilizado el término para indicar cosas que van desde habilidades, destrezas, y llegan hasta el conocimiento conceptual profundo. Una definición común propuesta por varios autores con la que no estamos de acuerdo es: “Las competencias son destrezas esenciales que los adultos necesitan para ser miembros exitosos de la familia, la comunidad y el trabajo. Una competencia es simplemente el establecimiento de un resultado como consecuencia del aprendizaje de una destreza o conocimiento. Cuando los estudiantes demuestran una competencia, ellos están demostrando la habilidad para hacer algo.” Monereo y Pozo (2007) abordan el mismo problema y llegan a conclusiones similares sobre la confusión de los términos.
A diferencia de Westera, que como conclusión descarta las competencias como algo que pueda ser útil y medible en la educación, Monereo y Pozo sugieren algunas posibles soluciones para al conflicto, semántico y conceptual.
Indican que todo nuevo término para ser aceptable en la comunidad de práctica en que se utilizará y para que resulte útil, debería cumplir dos condiciones inherentes al mismo: a) identificar algún fenómeno para el que no exista una nomenclatura más precisa, y b) auxiliar a la comunicación (incluyendo la que emana de la investigación) dentro de esa comunidad de práctica. Por lo tanto, podemos descartar las definiciones de que una competencia es una habilidad o una destreza, si así fuera, no es requerida esta nueva nomenclatura o término para algo que ya es harto conocido por los educadores y que sabemos cómo desarrollarlas y evaluarlas.
Visión Siglo XXIEstos autores acogen la definición ofrecida por Reber (1995) que establece que: la habilidad es la capacidad de ser eficiente en una tarea, mientras que la competencia es el potencial de ser eficiente dadas ciertas condiciones.
Un análisis somero de esta definición nos permite percibir que aquí hay un problema, tanto de la enseñaza como de la evaluación de las competencias, cualesquiera estas sean, por lo difuso y no fácilmente determinable de lo que un “potencial” pudiese ser. Sin embargo, esta distinción es muy importante porque como lo plantean Monereo y Pozo es esencial diferenciar la formación en competencias de la establecida pedagogía por objetivos operacionales, un riesgo del que conviene estar consciente para no caer en la tentación de hacer un híbrido de dos cabezas con las competencias y los objetivos operacionales.
La necesidad de distinguir el concepto de competencias y que vaya más allá de lo que es conocimiento, destreza o actitudes, emana además de que en las competencias se necesita “un algo adicional” que asegure una cierta ejecución dada ciertas circunstancias en un ambiente complejo real. Para que un estudiante, demuestre su competencia en alguna cosa, debe haber una serie de posibles comportamientos y que él escoja basándose en los resultados de su selección (Westera, 2001).
Esto implica que el hecho de que se dominen los conocimientos y destrezas relacionados con una competencia en particular, no es garantía de que se tenga la competencia. Sin embargo, estos conocimientos y destrezas son una condición necesaria.
RecursosDe acuerdo con estos autores, tenemos que una competencia es el conjunto de recursos cognitivos potenciales que posee una persona para enfrentarse a problemas emergentes en un ambiente complejo que pertenece a un contexto científico enmarcado en un escenario social dado. Una competencia es, por tanto, un conjunto de recursos potenciales (saber qué, saber cómo y saber cuándo y por qué) que posee una persona para enfrentarse a problemas utilizando perspectivas científicas, matemáticas y tecnológicas propias del escenario social en el que se desenvuelve.
Un modo de hacer funcional esta definición es identificando sus elementos esenciales: a) no es una habilidad, no es una destreza y no es conocimiento (aunque éstos son requisitos); b) están asociadas a mecanismos funcionales del aparato cognitivo humano; c) estan asociadas al contexto sociocultural particular en el que se encuentra el aprendiz.
COMPETENCIAS PARA EL SIGLO XXI La identificación de las competencias requeridas en las ciencias, matemáticas y tecnología, en los ciudadanos y en la fuerza trabajadora para los próximos 25 a 50 años es necesaria, pero al mismo tiempo es incierta. El sistema educativo de cualquier país no puede formar ciudadanos específicamente para las necesidades laborales, ni siquiera en un futuro inmediato, no sólo por la diversidad de esas necesidades, sino también porque muchas de ellas son impredecibles ahora. La razón para esta incertidumbre es que los adelantos científicos, matemáticos y tecnológicos que han ocurrido en los últimos 20 años han surgido más rápido que los que ocurrieron durante la mayor parte del siglo pasado.