Acción de Gracias
A la luz de las velas: calidez, elegancia y hospitalidad
Etiqueta
- Desde sus orígenes como fuente indispensable de luz hasta su uso simbólico en la mesa, las velas han acompañado la evolución de la etiqueta, y como en todo arte social, su uso debe regirse por ciertos principios para evitar errores.
Las velas deben encenderse antes de que los comensales se sienten, incorporando además la luz artificial del entorno
Una cena iluminada por velas es más que una elección estética: es un gesto de calidez, intimidad y sofisticación. Las velas tienen una virtud casi mágica: con su luz tenue y su presencia discreta, transforman una reunión ordinaria en un momento lleno de sentido y emotividad.
Y es que las velas no solo aportan calidez visual, sino que crean una atmósfera íntima donde los invitados se sienten acogidos y dispuestos a compartir. En el contexto de la cena de Acción de Gracias, que celebra gratitud, encuentro y familia, las velas pueden ser protagonistas sutiles sin opacar el sentido principal de la celebración.
Sin embargo, como en todo arte social, su uso debe regirse por ciertos principios para evitar errores. A continuación, repasamos las reglas de etiqueta más respetables para que la luz de esas llamas realce, y no distraiga, la mesa.
Etiqueta para el uso de velas en la mesa
Momento apropiado. Tradicionalmente, las velas se reservan para cenas formales y no se consideran adecuadas para almuerzos. Deben encenderse antes de que los comensales se sienten, incorporando además la luz artificial del entorno. Al retirarse los invitados, las velas deben apagarse para cerrar la velada con discreción.
Sin aroma. La recomendación siempre es utilizar velas de cera sin olor. Las fragancias pueden interferir con los aromas de los alimentos o distraer los sentidos de los comensales.
Color. Por defecto, se aconseja elegir velas blancas o de tonalidad marfil. En mesas temáticas o decoraciones específicas, es permisible jugar con otros tonos siempre que exista armonía con el resto del conjunto.
Altura y volumen. Evite velas demasiado altas que bloqueen la vista o generen sombras incómodas. Lo ideal es que las llamas estén por debajo o a la altura de los ojos de los comensales, sin obstaculizar la comunicación visual. En decoraciones complejas, menos suele ser más: la elegancia está en el equilibrio.
Materiales seguros. Use candelabros o portavelas estables, de materiales nobles o discretos, evitando estructuras voluminosas o inestables. También es válido considerar versiones LED elegantes cuando el espacio o la seguridad sean una preocupación.
Siguiendo estas normas, la velada ganará en distinción sin caer en el exceso ni la sobreactuación decorativa.
Mi sugerencia: si puedes, enciende las velas. No como gesto ostentoso, sino como detalle que exprese hospitalidad y calidez. Que esa luz suave acompañe el agradecimiento, la conversación y la conexión que hace especial esta fecha de Acción de Gracias.
Un breve recorrido histórico
Las velas han acompañado al ser humano durante milenios, primero como fuente esencial de luz y luego como símbolo de ritual, religiosidad y ceremonial. Con el paso del tiempo, los romanos perfeccionaron la técnica de la vela moderna (con mecha y cera). En Europa medieval, la cera de abeja se convirtió en una alternativa más limpia frente al sebo, y en muchos casos su uso se reservaba para ceremonias religiosas o mesas de las clases pudientes.
Durante el Renacimiento y los siglos posteriores, la decoración de mesa formal adoptó elementos centrales que incorporaban velas y se volvió casi imprescindible en las mesas más refinadas del siglo XVIII y XIX.

