de cerca
Volver a lo esencial: Moral, Cívica y Constitución en las aulas
Aporte
- Desde mi ejercicio profesional en la comunicación, la docencia y la etiqueta social, defiendo con convicción la necesidad de formar ciudadanos conscientes, respetuosos y empáticos.

Celeste Pérez.
Recibí la noticia feliz. Era justo y necesario. El Ministerio de Educación ha decidido restablecer la enseñanza de Moral y Cívica en los centros educativos del país. A esta decisión se suma una propuesta legislativa que busca fortalecer la enseñanza de la Constitución en todos los niveles escolares. Dos acciones que, en apariencia, podrían parecer formales o simbólicas, pero que tienen la potencia transformadora de sembrar valores en una sociedad que, más que nunca, los necesita.
Para mí no es un asunto nuevo. Crecí amando esa asignatura. Moral y Cívica era mi favorita: no se trataba de memorizar, sino de pensar, de conversar, de entender el mundo y nuestro lugar en él. Era una clase que nos enseñaba que respetar, saludar, escuchar o ceder el asiento no eran actos menores, sino expresiones cotidianas de humanidad.
Tengo grabado en la memoria cada momento solemne que siendo una niña llegaba mi turno de izar la bandera en mi escuela. Era un honor reservado para los estudiantes con mejor rendimiento, un ritual que nos conectaba con nuestros símbolos patrios. Vestida con mi uniforme impecable y el lazo más bonito que mi madre encontraba en la gaveta, me sentía parte de algo importante. Porque izar la Bandera Nacional era también una oportunidad para contar su historia, hablar del escudo, explicar sus colores. Era civismo en su más amplio concepto.
Desde mi ejercicio profesional en la comunicación, la docencia y la etiqueta social, defiendo con convicción la necesidad de formar ciudadanos conscientes, respetuosos y empáticos. Por eso celebro este paso con esperanza. Porque Moral y Cívica no solo enseña a ser buenos estudiantes, sino mejores personas. Y porque conocer la Constitución es un derecho, pero también un deber.
La diputada Selinée Méndez, impulsora de esta segunda iniciativa, lo resume de forma contundente: “En tiempos donde la democracia enfrenta diversos desafíos, resulta urgente cultivar una cultura constitucional que fortalezca el respeto a la ley, la institucionalidad y el ejercicio responsable de la ciudadanía”. Tiene razón. No basta con que los estudiantes memoricen artículos; es necesario que comprendan su sentido, su función y su valor en la vida democrática.
La educación no puede limitarse al dominio de fórmulas o fechas históricas. Debe enseñar también a convivir, a disentir con respeto, a ponerse en el lugar del otro, a participar con responsabilidad. Los jóvenes formados en valores humanos desarrollan mejores habilidades sociales, se comunican con más madurez y se integran con más facilidad a una sociedad diversa y cambiante.
Y es que solo se protege lo que se conoce. Enseñar la Constitución, al igual que formar en civismo, debe ser el centro mismo del currículo escolar. La ciudadanía no se improvisa: se cultiva desde la infancia, con acciones, ejemplos y contenidos que conecten la teoría con la vida diaria.
En un mundo saturado de inmediatez, ruido digital y desencuentros, volver a enseñar Moral y Cívica, junto con la Constitución, es un acto valiente y necesario. Es una manera de rescatar lo esencial, de recordar que educar también es preparar a los niños y jóvenes para ser solidarios, honestos, responsables. Es enseñar que la cortesía no es un gesto vacío, sino una forma de respeto hacia los demás y hacia uno mismo.
Aplaudo este regreso. Y espero que no sea solo un cambio en el plan de estudios, sino el inicio de una nueva etapa educativa en la que sepamos combinar conocimiento y valores, saber y ser. Estoy feliz porque educar en civismo ya no es una nostalgia del pasado, es una apuesta firme por el futuro.
¡Enhorabuena!
¡Hasta el lunes!
