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Carol Ann Gross

La historia de una mujer que se convirtió en misionera por amor al prójimo

Carol Ann Gross,

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Maritza Morillo SueroSanto Domingo

Han pasado 30 veranos desde que Carol Ann Gross aceptó la encomienda de alejarse de su natal Michigan, Estados Unidos, y llegar a República Dominicana con el objetivo de convertirse en misionera y evangelizar a través de una labor educativa y espiritual que ha dado importantes frutos.

Su cabeza plateada por el paso de los años es la muestra de la sabiduría de su alma. La ternura que se desprende de sus gestos y sonrisa, y el aura de paz que se esparce a su alrededor, confirman al equipo de Listín Diario estábamos frente a una mujer especial.

Y no nos equivocamos. Su historia de entrega incondicional, amor al prójimo y lealtad al Señor así lo demuestran.

Con una incuestionable actitud de servicio fue sembrando la semilla de la fe cristiana en toda persona que la conocía, y hoy los frutos son tangibles.

Se define como una persona incansable, capaz de poner en riesgo hasta su vida para llevar la palabra de Dios a quienes desconocen su sentido.

Su historia

“Mi primera visita a República Dominicana fue en 1990. Y puedo describir la experiencia como ‘amor a primera vista’. La acogida de la gente y su calidez me atraparon de una forma tal, que al regresar a la congregación Las Hermanas Dominicas, pedí a mis superiores volver a suelo dominicano por varios meses para aprender el idioma español, y luego quedarme a trabajar”.

Sin duda, Dios tenía sus planes y el permiso le fue concedido. La religiosa se embarcó en un viaje con la única expectativa de poder aportar.

Luego de relacionarse con el idioma se marcha a su nación y pide su traslado definitivo en la congregación para trabajar con la comunidad dominica en el área de educación espiritual.

Ya el 6 de junio de 1991 arribó con su equipaje y el sueño de trabajar en la inducción de valores hacia Dios con jóvenes y adultos.

Se radicó en el Ensanche Quisqueya desde donde se trasladaba cada día a otros lugares a compartir el pan de la espiritualidad a través de fundaciones y la pastoral.

Explicó que sin duda desde su llegada al país cada día vivió una gratificante experiencia. Un silencio prolongado cortó sus palabras, como quien busca una respuesta olvidada… un suspiro, y retoma el tema: “Estoy feliz de la misión realizada en República Dominicana, una labor apegada a los valores de la congregación y a mis principios propios”.

Logros

Durante su estancia de 30 años, Carol Ann Gross impartió cursos de catecismo, abrió y protegió un dispensario médico en Haina, lugar que convirtió en refugio espiritual de muchos.

Entre risas y hasta con un poco de temor recuerda como una ‘gran hazaña’ su primera experiencia en un motoconcho, una travesía que hizo para llegar a Haina desde la parada donde la dejó una guagua.

“Me monté y no sabía cómo sostenerme, gracias a las instrucciones del chofer logré mantenerme firme hasta llegar a mi destino, donde me desmonté nerviosa”.

Pero nunca se doblegó ante las dificultades. Fueron muchos los kilómetros que caminó a pies para cumplir la meta.

Lista para regresar a su Patria con la satisfacción de todo lo aprendido y enseñado, rememora: “Uno de los grandes logros que llevo es haber trabajado con grupo de niños de los campos más remotos, a quienes les hablé del mensaje del amor hacia Dios”.

Ya a sus ochenta años regresa a su país agradecida por todo lo vivido, desde donde seguirá trabajando con amor y fiel al compromiso de multiplicar el mensaje de esperanza de la palabra de Dios.

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