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CRÓNICA LIGERA

Suelta el equipaje que te impide continuar…

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

¿Quién en la vida no ha sentido el peso de una mochila en su espalda? No me refiero a la que cargamos con útiles escolares o a la que llevamos cuando vamos de viaje, sino a la que invisiblemente tenemos colgada sentimentalmente, llena del peso emocional de las situaciones vividas, recuerdos, malas experiencias, derrotas, pérdidas de vivos, proyectos fallidos, negocios quebrados, trabajos desaprovechados, dinero despilfarrado, amistades fracasadas y relaciones frustradas. Son cargas que no soltamos, que viven en nuestro corazón, se adhieren a nuestra piel y se reflejan en nuestra actitud. No es extraño conocer personas que desde que el sol sale su expresión es de amargura, dolor y tristeza, simplemente están cansados ante el peso de su equipaje.

¿De qué tamaño es tu mochila?

¿Alguna vez te has detenido tranquilamente a evaluar la carga que llevas sobre tus hombros? No me refiero a las de las responsabilidades cotidianas, sino las que te pesan en el alma y se reflejan en tu cara y a su vez en la manera en que ves y enfrentas la vida. Todos en determinado momento debemos analizar el tamaño de nuestro equipaje emocional, porque de no aligerar esa carga repleta de dolor, negatividad y sufrimiento seremos preso de hábitos agudos, agrios e intensos que nos marcaron en determinado momento y siguen estando estampando en lo más profundo de nuestro ser. Llevar a cuestas nuestra mochila emocional sin limpiarla las veces que sea necesario, simplemente nos generará lesiones emocionales que pueden ser difíciles de curar.

¿Sabes el peso de lo que cargas?

Toda situación vivida deja huellas en nuestra vida. Somos nosotros los responsables de saber el uso o el lugar donde la ponemos. El corazón y el alma son los espacios menos recomendables, pueden asociarse a nuestros pensamientos y conducirnos por el camino equivocado. Cuando puedes establecer el peso que sobrecargas, podrás iniciar un proceso de limpieza que te ayudará a saber elegir que desechar o que podría servirte de impulso para crecer, esto será útil para saber, que debes dejar en el zafacón del pasado. Trabajar en esas heridas que aún están vivas, abiertas, que duelen y nos lastiman es una gran oportunidad de aprendizaje si sabemos limpiarlas, curarlas y vendarlas, podríamos matar el fantasma de lo ya ocurrido, que casi siempre viene acompañado de culpa, traición, críticas, vacíos existenciales, frustraciones y abandono.

Vaciar la mochila

En la vida hay que saber sortear todas las situaciones que se nos presentan, somos humanos, flaqueamos, caemos y las derrotas son parte de la misma, pero, es un acto de madurez revisar nuestro maleta y reflexionar sobre lo que llevamos dentro y nos pesa, tanto lo que sea responsabilidad de nosotros, como de otros. Liberar la mochila para avanzar es un proceso que lleva tiempo, no hay que salir corriendo, ni hay que apresurar el paso, porque aunque no podamos verlo, muchas de nuestras actitudes o reacciones ante ciertas situaciones salen del peso emocional que cargamos. Entonces, debemos comenzar con una práctica de desapego, que logramos hablando con “mimisma” y reconociendo lo cargamos… Para entonces, aceptarlo y comenzar a trabajar, sino puede sola, pide ayuda, eso no tiene nada de malo, porque la ligereza del peso al limpiar nuestra mochila será la gratitud del alma que nos abrirá la puerta a otros sentimientos que nos ayudan a sanar, a continuar y al buen vivir.

Con el favor de Dios nos leemos la próxima semana.

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