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MADRE DE LA PATRIA

Felicia Santos: El Coronavirus me alejó de mi tesoro

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Maritza Morillo SueroSanto Domingo

Obtener el título de médico fue el sueño más anhelado por Felicia Santos. Ya con la meta cumplida asumió el compromiso de velar por la salud de sus pacientes, sin importar las noches de desvelo y el corre corre en los pasillos de un hospital.

Al levantar su mano y jurar ante las autoridades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, prometió consagrar su vida al servicio de los demás, misión que ha sabido llevar a pesar de las adversidades propias de su oficio.

Ya fuera de las aulas inicio su gran reto profesional. Entró al hospital Marcelino Vélez a realizar su pasantía de ley. Al culminar el programa fue nombrada como médico general y aún permanece allí dando lo mejor de su profesión.

“Estos meses de confinamiento obligatorio para las personas por el coronavirus, pero de mucho trabajo para quienes laboran en el sector salud, han sido de muchos sentimientos encontrados para mí. Tener que arriesgar mi vida para cuidar a mis pacientes, es una realidad que me intranquiliza, pero a la vez reafirma mi pasión y amor por lo que elegí estudiar," dice con palabras de satisfacción.

Felicia Santos, quien es médico Familiar y Comunitaria, una especialidad que le permite trabajar en diferentes áreas de la carrera, confiesa sus temores y preocupación en este proceso de incertidumbre que provoca el Covid-19.

Esta heroína de la salud y madre de Alexa Elizabeth, una adolescente de 13 años, lo primero que hace cada mañana al despertar, es pedirle a Dios su protección en la calle, sobre todo de este virus al que debe exponerse a diario en los hospitales Marcelino Vélez y el de la Policía Nacional donde también labora.

Nostalgia

Le preocupa no poder acercarse a su hija, como lo hacía antes del encierro, para protegerla del virus. “Como yo estoy expuesta al peligro por mi trabajo, no sé en qué momento puedo caer en sus garras, razón por la que me he visto obligada a permanecer casi aislada de mi tesoro,” cuenta Santos atrapada por la melancolía de no poder darle ese beso y abrazo a su llegada del trabajo cada tarde como antes.

¿Cómo médico, cual ha sido su experiencia en esta pandemia?

"Es una experiencia nueva en el ejercicio de la medicina. Para mí, más que un trabajo es un reto de amor y solidaridad a nuestros semejantes, que va más allá del juramento hipocrático que hice el día que me recibí como médico hace 17 años.

¿Cuál ha sido su mayor temor?

Al inicio de la pandemia sentía miedo de ser contagiada, como le ha pasado a otros colegas, en el ejercicio de la carrera. Ese pánico, más que por mí, lo siento por mi princesa que es lo único que tengo y no me imagino verla contaminada por un descuido mío, eso sería catastrófico para mí como madre por la complicidad que reina entre nosotras.

Por eso en cada centro donde trabajo lo hago apegada a las normas de seguridad y medidas reglamentarias, para evitar ser víctima de este enemigo silente que no distingue raza, religión, ni bandera política, explica.

¿Cómo han sido estos días de convivencia con su hija ante la presencia del Covid-19?

Tanto para Alexa Elizabeth como para mí han sido días muy difíciles, por el amor y apego que nos une. Desde la llegada al país del coronavirus me convertí en mamá gallina cuidando todos los detalles de seguridad para no exponer a mi pequeña en riesgo.

Mantener ese metro de distancia con ella al llegar a casa me arruga el corazón, pero respiro profundo y vuelvo a la realidad y me digo “Tranquila que todo tiene un fin, esto va a pasar y pronto esa complicidad entre ella y yo volverá,” dice la amorosa madre, mientras observa a la adolescente, realizando su tarea escolar.

A esta angustia se le suma otro ingrediente que hace aún más desolador el panorama que vive la especialista en Salud Familiar. En medio del confinamiento su madre, Francisca Frías De Jesús le dio un infarto que la llevó hasta la unidad de cuidados intensivos.

En ese momento pensé ¿Y ahora qué camino debo seguir, o es que estoy en un laberinto? Pero como soy hija de Dios recibí la bendición de volver con mi mamá de regreso a casa fuera del peligro que asecha en los centros de salud por la pandemia, explica la heroína, quien en medio de todas las adversidades que le ha tocado vivir y sacrificar, se siente feliz de pertenecer a la clase médica que hace frente a la enfermedad.

"Poder ayudar a un paciente a mejorar la salud en estos momentos de Covid-19, para mí es como tomarme una pastilla para calmar mi propio dolor, afirma convencida y deja esta frase como reflexión “Cualquier ser humano puede ser un ente de ayuda y cambiar el universo”.

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