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TESTIMONIOS

Vencedores: Dos hombres aferrados a la vida

David Paiewonsky, junto a su esposa Astrid, y sus hijas Anabela e Isabela.

David Paiewonsky, junto a su esposa Astrid, y sus hijas Anabela e Isabela.

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IVELISSE VILLEGASSanto Domingo, RD

Durante to­do el tiem­po que David Paiewons­ky estuvo en cuidados intensivos nunca pudo conciliar el sueño. Ca­da día que pasaba era más desesperante, los ruidos de los monitores, el constante devenir del personal médi­co entre otras cosas, lo afec­taron tremendamente, en cambio, Franklín Lighhow, sumado a todo esto, so­lo pensaba en sus hijos que aún están pequeños.

Cada sobreviviente de es­ta pandemia ha quedado marcado de una forma di­ferente, pero con un común denominador: el amor ha­cia la familia, la fe y creer en Dios que todo lo puede, los pudo sostener hasta hoy.

Testimonio de David El lunes 9 de marzo Da­vid Paiewonsky participó en un desayuno ejecutivo, don­de se encontró con grandes amigos, y entabló amenas conversaciones mientras de­gustaba un suculento menú. Al día siguiente, recibe una llamada de su esposa, infor­mándole de que un amigo, vecino y compañero de te­nis, acababa de sufrir un in­farto masivo y que lograron revivirlo. “Me pasé esa tarde en la clínica, dándole apoyo a sus familiares”.

“El jueves 12 de marzo, amanecí un poco fatiga­do. (Soy una persona que siempre se levanta con mu­cha energía). Fui a mi ofi­cina, pero a medida que pasaban las horas, me iba sintiendo peor; por lo que decidí retirarme tempra­no. Camino a casa, pen­saba que no recordaba la última vez que me había retirado del trabajo al me­diodía con la intención de dormir un rato. Suspendí todos los compromisos y esa misma noche comen­cé a sospechar en la posibi­lidad de que mis síntomas podrían estar relacionados al Covid-19. Como si fue­ra una premonición reci­bí una llamada de un ami­go que había compartido el desayuno del lunes conmi­go, para comunicarme que la prueba del Covid-19, ha­bía dado positiva”. Así co­menzó un nuevo capítulo en la vida del empresario Paiewonsky, vicepresidente de MPG & Asociados.

Cuenta que fue hospitali­zado el viernes 26 de marzo y hoy, los recuerdos sellan de forma positiva un pasa­do fresco de días difíciles al ver su salud que se deterio­raba y los médicos debatían si le ponían bajo ventilación asistida o no, debido a que sus pulmones sufrían los es­tragos del virus.

Días difíciles Cuenta David, que estando en intensivo, lo visitó el pa­dre de nacionalidad italiana, Israel Craviotto, para dar­le la bendición y al verlo tan desconsolado, le dijo: “Bus­ca al Señor como tú puedas y quieres, Él se dejará en­contrar por ti. No hay cosa más hermosa que sentirlo a Él”. A partir de ese momen­to, el padre pasaba todos los días a bendecirlo. Se le eri­zaba la piel al escucharlo, siempre con algún mensaje positivo de la situación.

Esperanza renovada “El día primero de abril, me informaron que la prueba de Covid-19 había reporta­do negativa; por lo que fui trasladado a una habitación de aislamiento. Al llegar, me esperaban, cartas y tar­jetas de mi familia. Luego de leerlas sentimientos en­contrados se apoderaron de mí y lloré. Una vez en la ha­bitación, David Paiewonsky recibe la llamada su amigo y vecino infartado, de quien no sabía nada, y pensó es­taría en un total desahucio. “Yo no podía hablar de la emoción. Ya le habían dado el alta y se encontraba en su casa recuperándose”, cuen­ta feliz”

El viernes 3 de abril fue dado de alta y su familia fue a buscarlo. “Legué a casa y ahí me percaté de lo débil que estaba y de la intensi­dad de los estragos que la enfermedad me había cau­sado. Subí las escaleras pa­ra ir a la habitación, ayuda­do por dos personas, y en ese momento fue que pu­de disfrutar de la sensación más sublime e indescripti­ble: El abrazo y bienvenida de mi familia”.

Agradecimiento Agradezco diariamente a Dios, a los doctores, al per­sonal médico y en especial a mi familia, amigos y allega­dos, que me ayudaron tan­to con sus oraciones y men­sajes a que yo pudiera salir airoso de este trance. Aho­ra comienza la segunda fa­se de esta experiencia. Ojalá escribir el final de esta se­gunda fase, cuando ya sere­mos expertos en distancia­miento social; y sabremos si el avance de la medicina pu­do o no contener la propa­gación del virus. Mientras tanto, debemos quedarnos en casa lo imprescindible como para que se reactiven satisfactoriamente la eco­nomía y nuestras vidas.

Franklín Lithgow: “Soy el re­sultado de las maravillosas ecuaciones del amor” El día de esta conversa­ción el empresario Franklin Lithgow confesó que esta­ba mucho mejor, recupera­do en un 97% gracias a Dios y a los médicos que lo trata­ron, para erradicar el coro­navirus de su cuerpo.

La primera pregunta que le hice fue ¿Quién es después de esta experiencia?: “Soy una persona en constante transición, aun experimen­tando cambios para ver que quisiera Dios de mí, como podemos servir a los demás, como podemos ser un instru­mento del todo poderoso pa­ra mostrar su camino”.

Mucha fiebre, dolor en el cuerpo, y malestar general, lo alertaron que debía ha­cerse la prueba, aunque no tiene la mínima idea de có­mo se contagió. No tiene evidencia ni recuerda haber estado expuesto en ningún espacio en donde había con­tagiados. Es decir, le tocaba, dice él muy resignado.

Franklin confiesa que desde que se enteró que es­taba enfermo el miedo de dejar a su familia y espo­sa lo paralizaron. “No po­der verlos formados con sus propias familias y disfrutar de los nietos en algún mo­mento me hizo reflexionar mucho. Tengo una fami­lia maravillosa. Mis padres son testimonio de vida, con más de 80 años siguen mos­trándome que la familia, el amor al trabajo y la fe en Dios es lo único que se nece­sita para superar cualquier obstáculo.

¿En algún momento pensó que no lo superaría? Dios me ha regalado la for­taleza de ver los problemas grandes y complicados co­mo verdaderas oportunida­des para mostrarnos a no­sotros mismos que no hay montañas que no podamos escalar ni problemas que no se puedan superar a través de la fe. Por lo que me cuen­tan los médicos, estuve va­rias veces en crisis, con la salud muy comprometida, a tal punto que varias veces entendieron que no había mucho más que hacer, pe­ro no se dieron por vencidos y lucharon junto conmigo hasta que pudieron sacar­me de peligro.

¿Qué mensaje le queda? Que nadie está por enci­ma de la ley de Dios. Esto le puede dar a cualquiera, no importa su edad, color o tamaño. La humildad es la más grande cualidad que puede tener el ser humano. Hay que servir sin mirar a quién. Hay que ser agrade­cido de Dios, y de los rega­los que te manda Dios en la familia y los amigos a lo lar­go del paso por la vida.

¿Qué es lo primero que hará cuando pase esto? Servir a Dios. Seguir ayudando a las causas jus­tas que ayuden a mejorar a nuestro país. Creo que so­mos un país bendecido lle­no de personas buenas y de una sonrisa sincera. Soy y seré ahora con más Fe un soldado de Dios dispuesto a servirle en lo que pueda ser­le útil a sus propósitos.

Franklín Lithgow junto a sus esposa María del Mar y sus hijos Hegla Isabel, Laura Victoria, Sabrina Alejandra, Ana Victoria, Priscilla y Franlkin Miguel. FUENTE EXTERNA

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