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De Cerca

Aquí estamos, de vuelta a lo básico, a la esencia de la vida

Son tiempos difíciles para el mundo. Mientras el número de infecciones por contagio del Coronavirus aumenta, millones de personas nos vemos obligados a estar en cuarentena en la casa. La crisis del COVID-19 tendrá consecuencias catastróficas en la salud mundial y en la economía. La pandemia nos tiene sumidos en una pesadilla lejana, compleja y horrorosa. Sin aviso, un día despertamos en una sociedad ficticia, de esas que tantas veces hemos visto en las películas de ciencia ficción. Pero nada es casual. Parece que el universo ha utilizado su propia técnica para volver al equilibrio según sus propias leyes. Los tiempos que estamos viviendo, llenos de abruptos aprendizajes, nos han hecho valorar el privilegio de la vida, su esencia y la importancia de lo básico.

Estos días más de uno hemos recordado que la fe tiene que estar depositada en Dios y en nadie más. Mágicamente ahora tenemos tiempo para compartir con nuestros hijos y pareja, para conectar con los amigos y hasta para mimarnos. Hemos aprendido a ordenar las prioridades, a saber cuáles son los gastos realmente relevantes y cuáles, a partir de este momento, y para siempre, no son necesarios para vivir.

En un momento en el que ciertas políticas e ideologías discriminatorias y carentes de humanidad estaban afectando a millones de personas, aparece un virus para demostrar lo poco importante que son las clases sociales, la raza, el color, incluso, la profesión.

De repente, el mundo al que estábamos acostumbrados cambió: El gobierno declaró el estado de alarma, la bolsa de valores empezó a desplomarse, las calles están desiertas, las ruedas de prensa y los festejos familiares son virtuales, personas conocidas comienzan a marcharse, sin despedirse… Pero en medio de todas las noticias preocupantes, también hay razones para encontrar esperanza. Hoy elijo ver la parte positiva de toda esta situación, y aprovechar las lecciones aprendidas.

Nunca nada nos había hecho valorar tanto un ‘te quiero’, un beso, una caricia, un abrazo, como lo hace ahora el COVID-19. El virus también ha atacado una de las cualidades intrínsecas del ser humano: La sociabilidad. El aislamiento forzado nos obliga a replantearnos la importancia de la interacción social. Y cuando todos estábamos pensando formas de escapar de los fatigosos grupos de 'whatsapp', ahora resulta que los 'chats' son un alivio para los que extrañamos la cercanía real.

El virus también nos ha llevado a ponernos, aunque sea de forma imaginaria, en la piel de los enfermos y del personal médico que ha entregado su cuerpo y alma a cada caso diagnosticado, a ser empáticos con las personas que realizan servicios claves y que antes le restábamos importancia. La parte solidaria guardada en cada corazón humano ha resplandecido.

Mientras millones de personas están aisladas, muchas están aprovechando la oportunidad para ser creativas. Usuarios de las redes sociales han compartido detalles de sus nuevos pasatiempos, como leer, cocinar o pintar. Otros, más atrevidos, nos distraen con producciones de videos dignas de ser aplaudidas.

Sin proponérmelos estamos convirtiéndonos en expertos en teletrabajo y conciliación familiar, dos asignaturas pendientes en República Dominicana y que la sociedad venía posponiendo. Sin duda, el cierre temporal de centros educativos y la obligatoriedad de trabajar en la casa al tiempo que cuidamos de nuestros hijos repercutirá en la búsqueda del equilibrio perfecto entre productividad y la familia.

Tuvo que venir una pandemia para que aprendamos sobre la importancia de mantener una higiene básica como responsabilidad individual para protegernos de las enfermedades. Y aquí estamos, en pleno Siglo XXI, cuando muchos pensábamos que estaríamos conviviendo con robots, estamos aprendiendo a lavarnos correctamente las manos.

¡Hasta el lunes!

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