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DE CERCA

Cuando la violencia toca la puerta

A Luisa la conocí cando fui su asesora de tesis, meses antes de su graduación. No me eligió ella, sino su compañera de universidad. Dos años después fue mi alumna en un diplomado de Relaciones Públicas, y posteriormente nos juntamos en una conferencia. “¡Me estás persiguiendo!”, bromeé con ella en el momento del receso. “El destino tendrá un propósito del que no nos hemos dado cuenta”, fue su sabia respuesta, sin mucho pensarla. Lo recuerdo perfectamente.

El momento

Una tarde nos vimos en una pastelería, yo apurada tratando de ganarle la batalla al tiempo, ella estaba tomando café, sola, en una mesa alejada del centro. La saludé con cariño, y con esa empatía que inexplicablemente haces solo con personas especiales. La sentí triste, así que se activó el instinto materno y me atreví a llamarla luego para saber cómo estaba. No pudo contener el llanto y dejó claro que alguna situación la atormentaba. Luisa me contó que había conocido un hombre a luces “perfecto”, todo lo que ella hubiese pedido a los Reyes Magos. Sin embargo, a ocho meses de relación se sentía perseguida y maltratada. ¡Tenía miedo!, era obvio, pero ante la pregunta de por qué no se alejaba, respondió que la había amenazado con quitarle la vida. Una historia que parece extraída de una película de terror, pero que, lamentablemente se ha vuelto tan cotidiana en nuestro país. Ella presentó una denuncia y no logró más que alborotar a la bestia.

El precio

Le costó muchas lágrimas darse cuenta de que la relación no iba por buen camino. Comprobó que la violencia no solo se ejerce a través de los golpes, hay muchas formas de oprimir a una persona y que no siempre son visibles. La convencí de hablar con su madre y la acompañé. Me contó que había notado algunos cambios en la rutina de su hija, en su forma de vestir, que hasta había abandonado algunos hábitos, y se había alejado de varias amigas.

La decisión

Sin ninguna duda ella estaba sufriendo violencia de género, y nos necesitaba, pero no para juzgarla, sino para apoyarla en silencio. Así que en secreto, con su anuencia, coordinamos con un familiar que reside en el exterior, y Luisa salió de viaje. No se despidió de nadie, apenas lo informó en la empresa donde laboraba, una decisión valiente y la admiro por eso, pero era una esperanza de vida en un país donde no tienes garantía de protección. Hace algunas semanas recibí unas rosas, llegaron de parte de ella con un mensaje de gratitud, pero también como la mejor evidencia de que logró salvar su vida, y eso es lo que más importa. ¡No juzguemos, ayudemos!, tal vez una mujer cerca de ti te necesita.

¡Hasta el lunes!

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