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CRÓNICA LIGERA

Cuando cambia el horizonte…

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

Sabes que has cambiado cuando reconoces que no es una simple iniciativa, ni una elección momentánea, sino una decisión interna, muy personal y decisiva. Aunque en la mayoría de las veces pasa cuando surgen contrariedades o se toman decisiones abruptas que nos afectan. Es una sensación que hemos sentido en más de una ocasión y que sólo el recuerdo de lo acertado nos ayuda a cambiar ante nuevas circunstancias, esto, refiriéndonos a los hechos que son importantes y que nos conectan con nosotros mismos de manera emocional, física o económica y que nos hacen vestir de valentía para enfrentarnos a la resistencia que solemos poner al cambiar.

¿Estamos preparados? ¡No! Nunca estamos preparados para cambiar, a menos que sea por una convicción personal que conlleva un trabajo desde adentro hacia afuera, aún presentándose las condiciones que nos conducen al cambio, hay una disyuntiva entre lo que sentimos y lo que esperamos, que nos enfrenta a nosotros mismos y a como procedemos antes las situaciones que nos desafían a cambiar de rumbo. Esto porque el cambio se asume casi siempre por imposición o cuando algo significativo ocurre y no tenemos alternativas.

Decisión Es cuando tocamos fondo de una manera desgarradora y aceptemos ayuda profesional o espiritual que nos conduzca a la salida del oscuro túnel que atravesamos momentáneamente, sólo así podremos aceptar que debemos enfrentarnos al cambio. Es una saluda- ble aceptación, es de la única manera en que se bota la piel, se secan las raíces y se buscan las alternativas que nos ayuden a reiniciarnos y a encontrar el equilibrio para continuar.

Eso llega Con la madurez del alma, la aceptación del corazón y con la superación de muchos arrugones emocionales, se logra, pero el proceso es lento, hay que ponerse objetivos sencillos, claros y motivadores. Siendo constantes en nuestro plan de renovación, sin miedos ni ataduras a lo que nos llevó a tomar la decisión, sino con la convicción de que todo cambio nos conducirá a un lugar mejor del que estamos.

¿Cuándo aceptamos? Cuando el comportamiento es sosegado ante los cambios que no están en nuestras manos. Cuando el análisis entra primero que la desesperación y el salir corriendo a imponerse ante lo inminente no es una alternativa.

Cuando la decisión es divina y comprendes que no puedes hacer nada. Aprendes a encontrar lo positivo en la adversidad y procedes con cautela para enfrentarte a la realidad. Entonces, te das cuentas de que quien ha cambiado eres tú. Con el favor de Dios nos leemos la próxima semana.

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