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CRÓNICA LIGERA

¡Ligereza al cuidar vidas!

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

El tesoro de la existencia es bello, pero muy frágil. La mejor manera de mostrar el amor o lo que sentimos por otro ser, es cuidándolo. No importa los años que vivas, ni el de nuestros seres queridos, cuando una circunstancia te expone al borde de perder la vida, entras en razón del porqué debemos tener un sistema basado en la prevención.

Nuestros padres y tutores cuando comenzamos a desarrollar la capacidad de razonar, una de sus primeras enseñanzas es el valor de la vida y tratan de que aprendamos a preservarla, a través de consejos sencillos, directos y prácticos, los cuales buscan que avancemos sin estropearla con actuaciones frívolas, irresponsables e incoherentes. ¡La vida es un privilegio!

Es en el seno familiar, donde nacen nuestras primeras relaciones de intimidad, es donde comenzamos a valorar nuestra existencia, donde aprendemos el ejercicio del cuido y de la protección. De pequeña tuve problemas de salud, era débil, mi condición siempre ha sido manejable, pero persistente. Sin embargo, al ir creciendo aprendí la importancia del cuidado, a valorar los trasnoches, las largas esperas, las lágrimas correr sin dominio, los silencios y el sufrimiento. También supe que en determinado momento me correspondería cuidar a otros.

En varias ocasiones he estado en centros de salud, por mí y por otros, he tenido experiencias muy satisfactorias. Las más recientes me han dejado un amargo sabor a dolor. Al ver, palpar y tener que manejar la ligereza con la que se cuida la vida. Parece que no hay un protocolo entre todos los que intervienen en la preservación de la existencia de sus pacientes, aún estos tengan dolientes. Es una extraña combinación marcada por la frialdad, la insensibilidad y con muy poco empeño en buscar soluciones satisfactorias al problema. Hay quienes no dan la cara y muchos menos son claros y precisos al explicar el estado del enfermo. Son seres humanos que han perdido el entusiasmo, que se vuelven rudos del alma y crueles de corazón. Estos son los que miran el cuido y la preservación de la vida como un negocio y sus pacientes simplemente son “clientes” que se miden por el centro de salud y la disponibilidad de sus horarios.

No sé, si son profesionales mal pagados, si trabajan horarios abusivos o si tienen múltiples compromisos laborales para poder subsistir, esos nos pasa a todos, algunos lo asumimos con responsabilidad y ética, otros son simples mercaderes del sistema.

Los profesionales de la salud se enfrentan al cuidado de la vida y su agitado mundo le impide prestar la debida atención a todas las situaciones que deben manejar, les resulta imposible hacer empatía con sus pacientes, con los familiares de estos y con el entorno, que se encuentran frente a una delicada situación de salud.

Otros saben el verdadero significado de cuidar, que no es más que atender. Estos son los menos, pero los hay. Los negociantes, no saben adentrarse a las condiciones del enfermo, a sus quejas y a sus manifestaciones de dolor, porque no prestan atención y el factor tiempo los arropa. Sin embargo, en los centros de salud privados, en los que duelen las equivocaciones y donde se trabaja bajo altos estándares de consideración y cautelosa responsabilidad, juega un papel importante, la humanización es otra cosa. En los centros de salud del sistema, los que lidera el gobierno, son simples monstruos de cementos, vacíos de equipos y faltos de empatía y sensibilidad, allí es imposible encontrar la salud.

Con el favor de nuestro Señor Jesús, nos leemos la próxima semana.

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