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CRÓNICA LIGERA

Estoy en proceso

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

Estoy en proceso de reconstrucción y he decidido comenzar por el alma. Cuando planifiqué mi 2018 nunca imaginé que el dicho, “tu propones y Dios dispone” había llegado el momento donde me lo aplicaría de manera contundente... Y entre la rebeldía que habita en lo más profundo mí ser desde mi adolescencia, dejando de lado todos mis estudios, incluidos los de liderazgo y crecimiento personal, me ceñí a mis experiencias, lo que me encendió el corazón en una batalla de emociones a la que denominé, “La cruzada del No”, o como llaman los expertos en conducta, “proceso de negación”. Que no es más que un mecanismo de defensa que nos conduce a no aceptar la existencia de un conflicto o situación.

Le pasa a cualquier mortal por más edificado que esté, ante un suceso drástico. En realidad, quise hacerme el doble de lo fuerte que puedo ser, pensé que era un luto más, pero nadie me dijo que con esa actitud simplemente me estaba destruyendo más. Luego vinieron los consejos, las orientaciones, las guías y mucho apoyo que me condujeron a la tranquilidad del alma y la aceptación humilde de una disposición divina, que no podía cambiar. Tampoco era una imposición humana que podía desechar. Así comenzó mi reprogramación y proceso de aprendizajeÖ Lo que me permitió ver el valor de cada uno de mis cambios, de mis silencios y mis encierros. También mis creencias experimentaron un enérgico giro, demostrándome que lo que siempre creí ser, en realidad no lo era.

Tuve que dejar de lado mis corazas y abrirme a un abrazo conmigo misma que provocó una revolución interna en mí, que me llenó de amor, fuerza y valor para seguir. Hay que reconciliarnos con nosotros mismos primero, para luego disponernos a enfrentar los cambios, sobre todo si estos llegan como una sorpresa dolorosa que se convierte en un diagnóstico seguro de catástrofe que nos trastorna la vida y que reflejamos en el corazón, que se nos escapa en cada mirada o en la voz entrecortada que tiene como desenlace un brote desproporcionado de gritos ahogados en lágrimas. Todo esto me enseñó que aún necesito crecer para no seguir siendo lo que no quiero ser.

Es todo esto lo que me ha llevado a un trabajo intenso que inicié de afuera hacia dentro, el cual me ha permitido ir moldeando y trabajando en lo que quiero ser y hacer. Teniendo claro hasta dónde quiero llegar y en lo que me quiero convertir. Es una metamorfosis inducida, que sólo se produce dentro del proceso de renovación del alma, al reconocer que no cualquier escenario o persona te inspira a ser una mejor versión de nosotras mismas dando siempre lo mejor. ¡Eso llega, eso no se busca! Entonces, cuando lo registramos debemos empezar una secuencia de pasos que nos llevarán a la modificación y curación para volver a abrirnos hacia los latidos que nos aceleran el corazón, nos provocan alegría y nos ayudan a mirar en la dirección del amor.

Sólo así, entre un mar de emociones, sintiendo todo tipo de sensaciones, con un corazón constreñido, la mente nublada, los ojos a media asta, la sonrisa a mitad de labios, los brazos recogidos, las manos cerradas, las piernas pesadas, nuestra expresión indescifrable y la voz quebrada, aprendemos que se entra en el proceso de reconstrucción cuando aceptamos que estamos destruidos, desmantelados y arruinados.

Con el favor de Dios nos leemos la próxima semana.

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