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DE CERCA

¡Quiero donar mis órganos! ¿Qué hago?

La doctora Ana Simó, conocida psicóloga clínica, compartió en sus redes sociales, una hermosa historia de solidaridad humana y aptitud científica. Un vídeo que muestra como un hombre que estaba recluido en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, es trasladado a la sala de operaciones, donde le sería retirado el respirador artificial. A ambos lados del pasillo, sus familiares y el personal del centro estaban de pie, rindiendo homenaje a aquel ser humano excepcional que había decidido donar sus órganos para salvar otras vidas.

La escena, un relato cargado de emotividad y valentía, nos enseña, como indicaba la doctora, “que hasta el último momento podemos ayudar a otros”. La afortunada decisión del paciente pudo materializarse porque los familiares, sobreponiéndose al dolor de la pérdida, atinaron a cumplir su voluntad.

De seguro esta decisión llenó de alegría otros hogares y dejó testimonio que la existencia del protagonista de la historia no transcurrió en vano.

Esta acción me mueve a desear que aún en medio de la aflicción causada por lo irremediable se promuevan comportamientos similares para renovar la vida.

La noticia es una esperanza para las personas que esperan un órgano para mejorar su calidad de vida, pero no es un secreto que en el país la falta de donantes impide realizar intervenciones de trasplante, para muchos, sumamente necesarias para continuar con vida.

El Instituto Nacional de Coordinación de Trasplantes, (Incort) es la entidad autorizada en el país para coordinar las operaciones. Este equipo trabaja para crear consciencia de donación de órganos y la meta representa un verdadero reto. Del 2004 al 2017, se han realizado 3348 trasplantes en el país, según publica su página oficial. La cifra parece alta, pero comparada con las necesidades, no lo es. Lamentablemente no hay cultura de expresar la libre intensión de que nuestros órganos sean donados al momento de retirarnos de este mundo. Existen muchos preconceptos y falta de información.

Las campañas de concienciación han sido tímidas y la población sigue teniendo miedo al término “donación de órganos’. Debido a la complejidad de los requisitos necesarios para realizar una donación, sólo son posibles en cinco de cada mil fallecimientos. “Sólo puede concretarse si la muerte sucede en una unidad de terapia intensiva y requiere de inmediato una serie de pasos coordinados en simultáneo para poder mantener el cuerpo artificialmente desde el momento del fallecimiento hasta que se produce la extracción de los órganos”, explica un material de la revista Donación y Trasplante. La donación es un acto de amor al prójimo, pero no es suficiente que lo desee el paciente. Sería insensato pensar que las barreras sentimentales que actúan como trabas van a desaparecer de un día para otro, pero urge implementar campañas agresivas para educar y motivar a las personas en pro de conquistar un mayor número de donantes, y a la vez, crear mecanismos más aptos para registrar la voluntad de quienes estén dispuestos. Hace varios años doné mis corneas y, precisamente escribiendo este artículo, traté de registrarme como donante de los demás órganos en la página habilitada para los fines, el sistema no lo permitió. Por lo que me atrevo a sugerir que se desarrollen las estrategias adecuadas para que quien desee realizar esta acción no se vea obstaculizado por un mecanismo que lo aleje de su propósito. Necesitamos más personas dispuestas a dar vida, después de su vida. Yo estoy en esa lista.

¡Hasta el lunes!

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