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DE CERCA

“Quererme a mí misma”

Junto a un grupo de buenos colegas del área de Relaciones Públicas me animé a organizar una visita al Hogar Bethesda, una modesta casa ubicada en el sector de Herrera en la que residen en la actualidad 34 niños, en su mayoría hembras, que llegan allí a través del Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani). Cada uno tiene una historia diferente que contar, pero en común comparten las necesidades propias de este contexto. En algunos casos sus padres no tienen condiciones para tenerlos, otros desaparecieron físicamente; varios están cumpliendo condena en un recinto carcelario; en otros casos simplemente los abandonaron, pero allí, gracias al compromiso, amor y entrega asumidos por Ketty Figueroa, y María Noesí, han encontrado un hogar y una familia. Nos esperaron ansiosos, con todo en su lugar y dispuestos a compartir la mejor de sus sonrisas.

El hogar luce limpio y ordenado y los niños también. No hay caritas tristes, todos tienen algo por lo que sentirse felices. Saludaron sin miedo y se integraron fácilmente haciendo preguntas y externando palabras de gratitud por los obsequios recibidos.

Todos van a la escuela. Esa es la norma, reciben formación cristiana, y como en la casa de cualquiera de nosotros, tienen asignados deberes para cumplir: arreglar la habitación, limpiar, sacar la basura, recoger la cocina… acciones cotidianas de cualquier hogar. Por la época de Navidad ya tienen su arbolito engalanando la sala, lo decoraron ellos mismos, y festejan las tradiciones con la alegría de vivir plenamente con lo poco que a diario reciben.

En la pared, próximo al árbol de Navidad, está colgado un inmenso cartel que dice “Proyectos para el 2018”, allí todos han escrito un mensaje que a su vez es un compromiso. Al empezar a leer, cada promesa me sorprendía más: “portarme bien en el hogar”, “ayudar a la limpieza sin protestar”, “mejorar mis notas”, “aprender a hablar inglés”… hasta que mis ojos se detuvieron en un mensaje que es, además, una llamada de atención: “Quererme a mí misma” dice la frase y debajo la firma de la niña.

No pude evitar conocer la cara de aquella valiente adolescente que fue capaz de entender que estaba dejando de amar lo más importante, su propia vida. Me contó que en la escuela se había convertido en la jovencita que siempre dice “sí”, sin detenerse a reflexionar que estaba sacrificando parte de su vida para tratar de ser aceptada en un grupo que realmente no le interesaba porque no tenía nada en común con sus planes de vida futura. ¡Bravo! No pude escuchar mejor respuesta, y qué satisfactorio saber que además de las cosas elementales de la formación, en el hogar cada niña aprende a valorarse, a amarse y a respetarse. Ahí empieza el amor, cuando somos capaces, primero que todo, de querernos y aceptarnos a nosotros mismos. Es imposible ofrecer a los demás lo que a nosotros nos falta. Cuando estamos preparados para asumir quiénes somos nos liberamos de la presión.

Cuando asumimos el compromiso de amarnos, lo que en verdad estamos asumiendo es la responsabilidad de crear en nuestro interior el bienestar que solíamos delegar en factores externos. Enseñar a nuestras niñas a valorarse es tan básico como enseñarles los beneficios de un correcto cepillado. Si amarnos a nosotras mismas es el primer gran paso para detener el abuso y la violencia contra la mujer. ¡Entonces…! ¿Qué estamos esperando? ¡Hasta el lunes!

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