DE CERCA
Una triste realidad

¿Es posible recibir una noticia más desgarradora que enterarse de que padeces de cáncer? Sí, es posible. Y es saber que uno de tus hijos es la víctima de la enfermedad. Ese es el caso de Elsa, una mujer valiente que tuvo que lidiar por catorce años con la tristeza de ver cómo su única hija se iba consumiendo en las garras de este monstruo.
Recibió el diagnóstico en un hospital de su pueblo natal y desde ese día recorrió varios centros de atención con su hija en brazos, sin poder encontrar el consuelo que requería. Tuvo que abandonar su trabajo en una casa de familia para dedicarse en cuerpo y alma a la menor. Finalmente, tras una larga batalla, desgaste emocional y decenas de deudas contraídas, la enfermedad le robó su más preciado tesoro: su hija Laura. Han pasado cinco años y Elsa narra ahogada en llanto cómo la impotencia, por la falta de recursos económicos, nubló su mente. Escucharla me produce una sensación de nudo en la garganta y un punzón en el estómago que solo quien tiene hijos podrá comprender.
Es un secreto a voces, los altos costos de este tipo de tratamientos reducen las posibilidades de vida de los niños de escasos recursos, quienes además demandan una alimentación especial, apoyo psicológico y un espacio digno para descansar. A través de las páginas de la sección La Vida de este medio informativo, hemos conocido a Carolina Pereyra y a Keury Montero, ellos se han convertido en los protagonistas de nuestras conversaciones en la redacción. Su realidad retrata la de miles de niños dominicanos que viven en una extrema pobreza. Estos aterradores testimonios dejan evidencia de la gran debilidad que aun tenemos como nación en un aspecto tan elemental como lo es el derecho a la salud.
Pero en medio de tanto infortunio Carolina, que perdió una pierna a consecuencia de la enfermedad, no deja de sonreír, y disfruta agradecida de todo lo que recibe por básico que parezca. La infante es tan especial, que llamó por teléfono a la periodista Marta Quéliz, autora de la serie, para consolarla porque la vio triste al finalizar la entrevista. ¡Qué gran lección para los que nos andamos quejando por minimices y olvidamos agradecer por cada día vivido! Es frente a escenas como estas en las que siento un inmenso deseo de trasladarme, junto a Marta, a ‘una ciudad fabulosa’ donde los niños que padezcan de cáncer cuenten con un centro especializado de recuperación y puedan recibir la quimioterapia y cuidados que necesiten para tener una mejor calidad de vida. Por desgracia esa ‘ciudad fabulosa’ no es República Dominicana, aquí siguen muriendo niños y adultos por falta de medicamentos y atenciones. Ya lo dice Marta en su emotivo reportaje: “No hay dinero en el mundo que compre la salud. Sin embargo, en ocasiones sí ayuda a hacer menos drásticos los embates de una enfermedad tan devastadora como el cáncer”.
Ojalá que la solicitud de Carolina y Keury no se desvanezca en el vacío… ¡Hasta el lunes!
