Análisis: Israel y Hamas buscan una victoria previa a tregua
Israel y Hamas saben que una cuarta guerra en Gaza, como las tres anteriores, será tan carente de un resultado decisivo como devastadora para los dos millones de palestinos que viven en ese territorio empobrecido. Pero en los días o semanas que antecedan a una tregua inevitable, cada parte buscará conseguir algo que pueda presentar como una victoria.
Para Israel, esto podría ser asesinar a un alto comandante de Hamas, o destruir suficientes túneles, lanzacohetes y otra infraestructura para decir que “cortó el césped”, una frase que los israelíes utilizan ampliamente para describir la eliminación temporal de milicianos antes de la próxima confrontación.
Para Hamas, el premio mayor sería la captura de soldados israelíes que después pudiera canjear por palestinos presos. Un galardón al segundo lugar sería conseguir que más misiles disparados desde gran distancia caigan en ciudades israelíes con el fin de mostrar la destreza militar de la organización palestina para confrontar a un enemigo mucho más poderoso.
Por supuesto, el asesinato de un comandante de Hamas o la captura de un soldado israelí agudizarían el conflicto, lo que probablemente resultaría en numerosas muertes de civiles en Gaza. Pero ninguna parte considera que pueda utilizar medios militares para conseguir sus metas más importantes. A la larga ambas esperan la misma resolución: una tregua informal negociada por la comunidad internacional como las que pusieron fin a las guerras entre Hamas e Israel en 2009, 2012 y 2014.
Para derrocar a Hamas, Israel necesitaría volver a ocupar Gaza en una operación prolongada y sangrienta que provocaría la condena internacional. Ni siquiera los israelíes más radicales sugieren ese camino. De igual forma, Hamas no tiene expectativas de que se levante el bloqueo egipcio-israelí impuesto contra Gaza cuando arrebató el poder a fuerzas palestinas rivales en 2007.
Los misiles que Hamas ha disparado contra Israel han provocado oleadas de ataques aéreos israelíes, y aproximadamente una cuarta parte de los proyectiles disparados se han quedado cortos y han caído en Gaza. Al menos 126 habitantes de la Franja han perdido la vida, incluidos 31 niños y 20 mujeres, mientras que al menos 900 personas han resultado heridas, y casas y negocios quedado en ruinas, para agravar la miseria en ese aislado territorio. Los cohetes han causado la muerte a siete israelíes y sembrado el pánico en ciudades distantes como Tel Aviv y Jerusalén.
Sin embargo, en los crueles cálculos que rigen gran parte del conflicto en Medio Oriente, la capacidad que tenga Hamas para disparar o no misiles le concede una ventaja que puede aprovechar para alcanzar objetivos más limitados. En los últimos años el grupo extremista cumplió con una tregua frágil e informal con Israel, canjeando calma a cambio de una reducción del bloqueo y una asistencia de cientos de millones de dólares de Qatar entregada en forma regular a través del cruce de Erez en Israel.
“La muerte y la destrucción causadas por las incursiones aéreas son horribles”, dijo Tareq Baconi, analista del Crisis Group, un grupo internacional de investigación. Pero para Hamas, “ese tipo de sufrimiento es inevitable cuando los palestinos están resistiendo la ocupación israelí”.
Los cohetes también permiten a Hamas allegarse apoyo al presentarse como un movimiento de liberación que lucha por los derechos de los palestinos y defiende las reivindicaciones en torno a Jerusalén, el centro emocional del conflicto de décadas.
Pancartas de Hamas cuelgan ahora afuera de la mezquita Al Aqsa, en Jerusalén, donde los fuertes enfrentamientos entre la policía israelí y manifestantes palestinos este mes —junto con los intentos de pobladores judíos de expulsar a familias palestinas— desataron la ola de violencia más reciente.
Hamas también puede regocijarse del estallido de violencia entre árabes y judíos dentro de Israel, que de cierta forma es similar al tipo de revuelta palestina convocada por el grupo extremista desde hace mucho tiempo.
“Mi parecer es que ambas partes quisieran poner fin a esto e irse a casa”, declaró Amos Harel, añejo corresponsal militar para el periódico Haaretz de Israel.
“Hamas logró más de lo que había soñado” al disparar misiles de largo alcance contra Jerusalén y Tel Aviv y ayudar a encender la violencia en las ciudades israelíes, manifestó Harel. “Si continúan, entonces se arriesgarán a más bajas, más daños y penurias para Gaza”.
Ron Ben-Yihai, un experimentado corresponsal del conflicto israelí, también cree improbable que Israel envíe fuerzas terrestres a menos de que Hamas efectúe un ataque “catastrófico”.
“Si, por ejemplo, disparan un gran misil y cae en un kínder en Israel, habrá un ataque terrestre”, dijo Yishai.
Hamas también se apuntó una victoria importante contra sus rivales de la Autoridad Palestina, autocrática y cada vez más impopular, cuyo gobierno está confinado a partes de la Cisjordania ocupada y tiene poco que mostrar después de años de estrechos vínculos de seguridad con Israel y miles de millones de dólares recibidos en asistencia internacional.
El mes pasado, el presidente Mahmud Abás suspendió las primeras elecciones palestinas en 15 años en medio de indicios de que su fragmentado partido Fatah sufriría una vergonzosa derrota ante Hamas. El grupo extremista ha ganado estatura desde entonces y Abás ha quedado marginado en gran medida debido al conflicto.
Israel, por su parte, obtiene ciertas ventajas de mantener el estatus quo que ha prevalecido en Gaza antes de los últimos combates.
Sistemáticamente responsabiliza del fracaso del proceso de paz a Hamas, que no reconoce el derecho del país a existir y es considerado un grupo terrorista por Israel y las naciones occidentales.
Sin embargo, Harel dice que para muchos israelíes, Hamas es el “enemigo favorito” porque rechaza la solución de dos Estados. Esto permite a Israel aislar a Gaza del conflicto general mientras consolida su control sobre Jerusalén Oriental y la Cisjordania ocupada, con poca o ninguna resistencia de la dócil Autoridad Palestina.
El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu nunca lo ha dicho en público, “pero uno podría sospechar que de hecho se siente bastante cómodo con Hamas”, dijo Harel.
Israel capturó Jerusalén Oriental, Cisjordania y Gaza en la Guerra de los Seis Días en 1967, territorios que los palestinos desean para su futuro Estado. Israel retiró a sus soldados y pobladores de Gaza en 2005.
Sin embargo, los palestinos y gran parte de la comunidad internacional continúan considerando a Gaza un territorio ocupado que debería formar parte de un eventual Estado palestino. Más de la mitad de la población de Gaza es descendiente de refugiados de lo que hoy es Israel, que controla el espacio aéreo, las aguas territoriales, el registro de la población y los cruces comerciales del territorio.
Cualquier resolución en mayor escala del conflicto parece más fuera del alcance que nunca.
No ha habido conversaciones de paz importantes en más de una década, y la expansión de los asentamientos de Israel y sus planes de anexarse a la larga partes de Cisjordania han llevado a dos prominentes grupos defensores de los derechos humanos a acusar al país de practicar el apartheid. Israel rechaza esas acusaciones.
De cualquier manera no se avista un fin al gobierno de Hamas en Gaza ni al bloqueo que Israel dice es necesario para contener a esa organización.
“Ofensiva terrestre o no, en última instancia no importa”, dijo el analista Baconi.
“La estrategia principal seguirá siendo la que los israelíes llaman cortar el césped”, afirmó. Eso significa mantener el estatus quo y que “cada vez que Gaza se vuelva demasiado poderosa, atacarla”.