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Cómo Bolivia superó una crisis y realizó una elección limpia

Pero en los días que siguieron a la votación, sucedió algo inesperado.

La fila frente a un centro de votación en una escuela en El Alto, Bolivia, mientras los ciudadanos elegían al presidente del país, el 18 de octubre de 2020. (Tyler Hicks/The New York Times).

La fila frente a un centro de votación en una escuela en El Alto, Bolivia, mientras los ciudadanos elegían al presidente del país, el 18 de octubre de 2020. (Tyler Hicks/The New York Times).

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The New York TimesLa Paz, Bolivia

Al acercarse el día de la elección, los candidatos estaban preocupados por la posibilidad de fraude. Los votantes de toda Bolivia ponían en duda la solidez del proceso electoral. Y a muchos les preocupaba que el resultado, cualquiera que fuese, provocara la indignación y violencia del bando contrario.

Pero en los días que siguieron a la votación, sucedió algo inesperado.

La elección transcurrió sin problemas, y sus resultados fueron aceptados rápida y ampliamente, un logro que es celebrado por muchos en una nación que ha resistido, durante años, las amenazas contra su democracia.

“La democracia ganó en Bolivia”, aseguró Fernanda Wanderley, directora del Instituto de Investigaciones Socio-Económicas de la Universidad Católica Boliviana.

El domingo, los sondeos a boca de urna mostraban que el candidato Luis Arce estaba a la delantera. Su principal rival, Carlos Mesa, aceptó los resultados al día siguiente. El viernes, el Tribunal Supremo Electoral de Bolivia confirmó que, efectivamente, Arce sería el próximo presidente lo que coincidía con las encuestas y las esperanzas de los electores.

A final de cuentas, Arce ganó con el 55 por ciento de los votos, y Mesa solo obtuvo el 29 por ciento del sufragio, una victoria mayor de lo que habían previsto los asesores de Arce.

Arce es el candidato elegido por el expresidente, Evo Morales, una figura sobresaliente de la política boliviana. Morales es un socialista que transformó el país al sacar a cientos de miles de la pobreza y dándoles prioridad a las comunidades indígenas y rurales en una nación que, durante siglos, había sido gobernada por una élite mayoritariamente blanca.

Los resultados indican un claro interés del electorado por continuar con el proyecto político de Morales y su partido, Movimiento al Socialismo (MAS).

Pero los electores y analistas también dicen que la elección marca un momento prometedor para un sistema democrático que se había erosionado durante la gestión de Morales, quien eludió reglamentos de la Constitución de su propio gobierno para postularse a un tercer y, posteriormente, un cuarto mandato. Además, fue criticado por oprimir a la oposición, hostigar a periodistas y poner al poder judicial de su lado.

El año pasado, su intento de postularse a un cuarto mandato terminó en denuncias de fraude electoral, y la exigencia de su renuncia por parte de opositores y manifestantes en las calles. Luego de que la policía y las fuerzas armadas también solicitaron su dimisión, abandonó el país y definió su expulsión como un golpe de Estado. La elección del domingo fue una repetición del proceso del año pasado.

Jeanine Añez, una opositora de Morales que ejerció como presidenta interina, también persiguió a sus rivales políticos, asfixió a la disidencia, y enfureció a muchos bolivianos al posponer el nuevo proceso electoral.

Su retórica extremista en contra del MAS, que hizo poca distinción entre los funcionarios de ese partido y los votantes comunes, disgustó a muchos bolivianos, según explicó el periodista boliviano Raúl Peñaranda.

En diversas entrevistas, muchos bolivianos atribuyeron la relativa calma después de la elección y la alta cantidad de votos obtenidos por Arce a un anhelo de estabilidad.

En los menos de 200 años de historia de ese país se han registrado 190 revoluciones y golpes de Estado. El año pasado incluyó manifestaciones que tuvieron un saldo de personas fallecidas, una expulsión presidencial, una crisis financiera que generó el empobrecimiento de muchos y una elección polémica que dividió a la nación.

Morales, quien ejerció la presidencia durante 14 años, fue el mandatario boliviano que ha detentado el cargo presidencial durante más tiempo y gobernó en una época en la que el auge de las materias primas trajo un flujo de dinero a la nación.

Arce fue su ministro de Economía durante gran parte de sus mandatos, y con frecuencia es asociado a esa prosperidad y estabilidad política. También prometió gobernar solo por cinco años.

Todo esto parece haber convencido a más de la mitad del país de darle una oportunidad.

“Creo que la crisis del año pasado le hizo mucho daño a la democracia boliviana, como parte de un proceso acumulativo”, explicó Wanderley. “Pero al final, Bolivia encontró una vía para superar esa crisis, y fue capaz de realizar una elección legítima y transparente en el que el ganador fue elegido por el voto popular”.

Después de la destitución de Morales, Bolivia también hizo un esfuerzo concertado para encarar la desconfianza en el sistema electoral.

Bolivia reformó su tribunal electoral, que había estado repleto de funcionarios leales a Morales. Desplegó una campaña educativa dirigida al electorado y purgó los padrones electorales, según explicó Naledi Lester, una experta electoral que trabaja en La Paz observando la elección para el Centro Carter, una organización sin fines de lucro que ha monitoreado elecciones desde 1989.

Su colega, José Antonio de Gabriel, quien también trabaja en La Paz, dijo que el tribunal dirigió una elección organizada, y “actuó con imparcialidad e independencia y protegió la pluralidad política”.

Morales fue destituido el año pasado luego de que sus críticos acusaron a su gobierno de tratar de manipular la elección a su favor.

La Organización de los Estados Americanos (OEA), que envió el año pasado la misión electoral más numerosa a Bolivia, criticó duramente el proceso de 2019 al concluir que los funcionarios electorales habían participado en una “manipulación intencional” y “serias irregularidades” que hicieron que fuese imposible verificar los resultados.

La OEA indicó que estas irregularidades incluyeron servidores de datos ocultos, boletas electorales manipuladas y falsificación de firmas.

Desde entonces, varios informes de académicos y expertos en política han criticado el análisis estadístico del proceso electoral realizado por esa organización.

Pero el informe de la OEA moldeó la narrativa local y global en torno a la elección. Ha sido usado por los partidarios de Morales para afirmar que fuerzas globales están conspirando en su contra, y sus críticos lo mencionan como una prueba de que el MAS amañó la votación.

Estas opiniones dispares hicieron que la gente saliera a las calles en el transcurso del año pasado, lo que en ocasiones provocó enfrentamientos violentos.

Este año, la OEA envió a 40 personas como observadores de la elección. El miércoles, la organización emitió un informe donde la define como “ejemplar” y “sin acciones fraudulentas”.

Policía militar en La Paz, Bolivia, el sábado 17 de octubre de 2020, el día antes de la votación para elegir al nuevo presidente. (Tyler Hicks/The New York Times).