La pandemia que secó a los escritores
El escritor David Foenkinos ya no es escritor. Su hija de cinco años no le deja trabajar. Tampoco Leo da descanso a su padre, Eduardo Halfon, que se pone la capa de superpapá en la cuarentena, mientras que, aislada del mundo a las afueras de París, Annie Ernaux extraña la civilización.
"Para un escritor es habitual pasar tiempo solo, pero esto no tiene nada que ver. Estar confinada mientras el mundo no cambia es fácil, incluso agradable, pero siento cómo cambia, hay un silencio impresionante a mi alrededor", dice Ernaux por teléfono desde su casa en Cergy, a las afueras de París, donde permanece enclaustrada.
La autora de "Los años" y "La mujer helada" (Cabaret Voltaire) y ganadora del premio Formentor en 2019, empezó el confinamiento hace una semana, antes de que el Gobierno francés lo impusiera oficialmente.
Su estilo aséptico y descriptivo sirve como diario de una generación y ha dejado por escrito los recuerdos más banales e inmediatos, como la vida en un centro comercial de la periferia de París, que ahora, por cierto, permanece cerrado.
ESCRIBIR EL PRESENTE
Amante de la soledad, Ernaux, de 79 años, vive la situación con un cierto desasosiego y no oculta el temor que le causa formar parte de los grupos de riesgo.
El domingo rompió la cuarentena para ir a votar en las elecciones municipales "a primera hora de la mañana y tomando todas las precauciones", pero le da vueltas, sobre todo, a una salida que hizo al teatro hace menos de dos semanas.
"Estoy siguiendo de cerca la actualidad. Todo lo que nos habla de nuestra civilización ahora mismo está cambiando, para mí no es posible confinarme a escribir", dice.
Confiesa, en cambio, que toma notas del presente, de lo que ve, de lo que piensa.
"Cuando el mundo está así, la escritura parece ridícula. Ya habrá tiempo de escribir, pero el presente es esto y es importante", añade.
SHAKESPEARE EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
Estos días, un mensaje circulaba por Twitter animando a los escritores a seguir con su tarea con mayor empeño, como si el mundo siguiera funcionando con normalidad.
Lo escribió Rosanne Cash, música e hija del cantante de country americano Johnny Cash: "Un pequeño recordatorio, Shakespeare estaba en cuarentena durante la plaga de peste cuando escribió 'El rey Lear'".
El mensaje obtuvo unas 3.000 reacciones, la mayoría reproches por el contexto que nos separa del ejemplo.
"Me hubiera encantado hacer como Shakespeare. Para un escritor el confinamiento es su día a día, pero con mi hija no puedo escribir. Mientras respondo está a mi lado tirándome del jersey y diciéndome: '¡Venga, vamos a jugar!'", cuenta por correo electrónico David Foenkinos.
Viendo las expectativas e incluso la presión social que anima a aprovechar el período de encierro para hacer grandes gestas o tachar tareas pendientes, Foenkinos confiesa resignado: "No voy a poder utilizar este período para releer a Proust o escribir una nueva novela...".
Eran otros tiempos, desde luego, en los que no recaían en Shakespeare las arduas y desprestigiadas tareas del hogar.
ANTES ESCRITOR, AHORA PADRE
"Desde que empezó el encierro oficial en París, solo soy padre. Ya no soy escritor. Ya escribir no me importa, o me importa poco, o me importa menos que asegurarme de que mi hijo de tres años esté feliz y jugando todo el día, y todos los días que dure este encierro", dice el guatemalteco Eduardo Halfon, residente en Francia.
El autor de "Duelo" y "El boxeador polaco" (Asteroide) también ha optado por ejercer de cronista en lugar de novelista -o cuentista, como él se define-, y narra sus observaciones en "The New York Review of Books".
Su primer artículo describe con ironía el fuerte vínculo de los parisinos con su "baguette" de pan, razón de peso para salir a diario a la calle incluso para un parisino de adopción como él, siempre que lleve en el bolsillo la declaración jurada requerida por el Gobierno.
Como recuerda Ernaux, el acceso continuo a la información y a los medios de comunicación convierte a los escritores aún con más razón en ciudadanos de a pie, tan preocupados, agitados y vulnerables como el resto.
NOCHES DE INSOMNIO
La novelista Leïla Slimani, se ha refugiado en el campo con sus hijos para alejarlos de su abuela y protegerla.
En las páginas del diario "Le Monde", la autora de "Canción dulce" escribe estos días un diario de confinamiento donde confiesa no conciliar el sueño.
"Todo se ha parado. Como en un juego de sillas. Hace una semana estaba promocionando mi última novela. Me alegraba de conocer a los lectores en las librerías de Francia. Algunos me decían: 'Le doy un beso, eso no ha matado nunca a nadie', y otros se reían cuando les negaba un 'selfie' o un apretón de manos", narra en el vespertino.
"Nunca el futuro pareció tan incierto", señala.
Hay, en cambio, quien ve esperanza con cada nuevo amanecer y quien encuentra el gusto en encerrarse, como un monje.
El francoargentino Santiago Amigorena, cuyo libro "El gueto interior" se publica en español el 7 de mayo tras haber sido uno de los más aclamados del año por la crítica en Francia, se ha recluido en su piso en el centro de París junto a su hija.
Amigorena dice seguir su día a día con una disciplina monacal: "Leo, escribo, por la mañana veo el sol levantarse por la mañana y escucho a mi hija llamarme, con eso me basta".
"Tengo la inmensa suerte, en estos tiempos sombríos, de no deber cambiar de vida. La imposibilidad de ver a mis amigos o de saciar mi débil necesidad de mundanidad no es más que una desgracia minúscula, y ridícula comparada con quienes sufren realmente por el confinamiento o la enfermedad", explica a Efe vía e-mail.