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CORTINA DE HUMO

A propósito de la operación contra los iraníes

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Adolfo Valenzuela/Editor de Las MundialesSanto Domingo

No es una casualidad que muchos gobernantes, cuando están en medio de la vorágine local, decidan desviar la opinión pública, como forma de ganar tiempo o evitar lo que políticamente pueda hacerles daño.

El presidente estadounidense, Donald Trump, no podía ser la excepción. Con el asesinato del general Qasem Soleimani, se ha abierto una caja de Pandora y se desconoce cuáles acciones tomará el país oriental contra sus enemigos eternos. Tiempo siempre sobra.

La vida de todo aquel de aspecto occidental, ya sea norteamericano o israelí, correrá peligro.

Las relaciones con Teherán no pueden estar en uno de los peores momentos, luego del aumento de las sanciones contra Irán, los ataques a navíos de los aliados en la región, el último y reciente ataque contra la sede de la embajada estadounidense en Teherán y los daños a los pozos petroleros en Arabia Saudí, justifican lo que Washington considera “un ataque disuasivo” y que Trump estima que la meta fue “evitar una guerra, no provocarla”.

Pero nunca se sabe la capacidad del enemigo.

En torno a la desviación de la opinión pública y aunque parezca poco probable que esta fuese la razón única para la acción contra el general, debemos recordar que el mandatario Trump está en medio de un juicio político en su país, lo cual, al fin y al cabo, influye negativamente en su propósito de reelección para los comicios que tendrán lugar el martes 3 de noviembre de este año.

¿Se le ocurre a alguien que un proyecto de “impeachment” pueda desarrollarse apropiadamente con un mandatario envuelto en un conflicto internacional de amplias repercusiones?

Pero esto no solo ha ocurrido con Donald Trump.

Durante el período en que los congresistas republicanos, con el soporte del fiscal independiente Kenneth Starr, luchaban desesperadamente por derrocar al presidente demócrata Bill Clinton, a propósito del escándalo con la pasante Mónica Lewinsky, del 16 al 19 de diciembre de 1998 tuvo lugar la operación “Zorro del Desierto” contra Irak y Sadam Hussein, “por poseer armas de destrucción masiva”.

La casualidad es que la campaña de cuatro días de bombardeos se produjo al mismo tiempo que la Cámara de Representantes de Estados Unidos estaba llevando a cabo la audiencia del juicio político del presidente Clinton”.

Además, el mismo Clinton llevó a cabo operaciones contra supuestas bases terroristas en Afganistán y Sudán durante la operación “Alcance Infinito”, el 20 de agosto de 1998, el día en que tuvo que declarar ante el Gran Jurado sobre su relación con Lewinsky.

Los inicios de las guerras de países en posición de mostrar poderío frente a un enemigo que se supone más débil, en general impulsan las imágenes de los presidentes, en parte porque el público percibe que el mandatario de la nación es fuerte, decidido y tiene un gran poder para cuidar de los intereses de la nación local o exteriormente.

Bill Clinton salió airoso del escándalo Mónica Lewinsky e impulsó a los congresistas demócratas en los comicios legislativos próximos, llegando a controlar ambas cámaras del Congreso.

Donald Trump ha lanzado el ataque quedándole por resolver dos aspectos de su presidencia: el juicio político y la reelección. La pregunta es si tendrá éxito en sus objetivos.

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