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Destapan lavado de cerebros en centros de detención chinos

Un centro de detención en Artux en la provincia de Xinjiang en el oeste de China. AP

Un centro de detención en Artux en la provincia de Xinjiang en el oeste de China. AP

Las torres de control, las puertas con candado doble y la vigilancia con videos están allí para “evitar fugas”. Los uigures y otras minorías retenidas en el lugar son catalogadas a partir de qué tan bien hablan el mandarín y siguen las estrictas reglas que hay para todo, incluso cómo se bañan y usan el inodoro. La puntuación que reciben decide si pueden irse.

La “enseñanza de modales” es obligatoria, pero los cursos para “mejorar las aptitudes vocacionales” se ofrecen sólo cuando han estado un año recluidos.

El gobierno chino ha detenido a cerca de un millón de personas, mayormente de minorías étnicas musulmanas, para lo que llama capacitación laboral voluntaria. Pero un plan de acción clasificado filtrado a un grupo de organizaciones periodísticas revela que esos campamentos son exactamente lo que describen personas que estuvieron recluidas allí: centros secretos de reeducación ideológica y de conducta.

Los documentos, altamente confidenciales, contienen una estrategia deliberada del gobierno chino para encerrar a las minorías étnicas para cambiar su forma de pensar e incluso la lengua que hablan.

Muestran cómo Beijing está a la vanguardia de una nueva forma de control social basado en el uso de información y de la inteligencia artificial. Por ejemplo, a partir de la información recabada usando tecnologías para la vigilancia, las computadoras produjeron los nombres de decenas de miles de personas a ser interrogadas o detenidas en solo una semana. En conjunto, los documentos ofrecen la descripción más relevante obtenida hasta ahora de cómo funcionan los centros de detención masiva, de boca del propio gobierno chino. Expertos dicen que detalla un vasto sistema que detecta objetivos, vigila y clasifica grupos étnicos, para asimilarlos por la fuerza, sobre todo los uigures, una minoría turca de unos 10 millones de personas con un lenguaje y una cultura propios.

“Confirman que esta es una forma de genocidio cultural”, dijo Adrian Zenz, experto en temas de seguridad de la región de Xinjiang, en el extremo oeste de China, donde viven muchos uigures. “Quieren cambiar, asimilar, someter grupos étnicos enteros... Revelan que, desde un primer momento, el gobierno chino tenía un plan”.

Zenz dijo que los documentos reflejan el objetivo de los campamentos expresado en un informe del 2017 de la rama local del Ministerio de Justicia de Xinjiang: “Lavar los cerebros, purificar los corazones, apoyar lo que está bien, eliminar lo que está mal”. Desde hace décadas que China viene tratando de controlar Xinjiang, donde los uigures resienten el gobierno de mano dura de Beijing. Después de los ataques del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, las autoridades chinas empezaron a justificar las severas medidas de seguridad y las restricciones religiosas diciendo que eran necesarias para contener el terrorismo, aduciendo que muchos uigures eran susceptibles a la influencia de extremistas islámicos de otros países.

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“Es precisamente por una serie de medidas antiterroristas preventivas y para contener el extremismo tomadas oportunamente que Xinjiang, que había estado plagado de terrorismo, no ha visto un solo incidente en tres años”, sostuvo Geng Shuang, vocero del ministerio de relaciones exteriores.

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