"¿Por qué irse?" En Barcelona, los turistas se quedan

"¿Por qué irse? Todo va bien por aquí y además hace buen tiempo". Al día siguiente de las escenas de violencia en el centro de Barcelona, la calle retoma este sábado su actividad con los turistas dispuestos a quedarse.

Sentado en una terraza a pocos metros de la plaza Cataluña, Henrik Broyer, un danés de 37 años, aprovecha el sol mientras disfruta su cerveza "Made in Cataluña".

No le inquieta la violencia de la noche anterior, en el quinto día de movilizaciones contra la condena a cárcel de nueve líderes independentistas.

"Francamente, yo no veo ningún problema. Durante el día no hay violencia, visitamos y descubrimos la ciudad, sus jardines. ¡Es genial!", dice.

Sin embargo, después de las ocho de la noche, él, su mujer y sus dos hijas no salen del hotel. "Nunca sabes qué puede pasar, sobre todo cuando tienes grupos de jóvenes irritados (...). Es mejor no estar en el lugar equivocado en el momento equivocado", aseguró.

De todas maneras, no piensa acortar sus vacaciones en Barcelona planificadas desde hace meses.

"Mira a tu alrededor, está limpio, todo funciona, no hay problema", dice su esposa Lisbet. En la misma plaza, donde las consecuencias de la violencia apenas son visibles, dos turistas estadounidenses se toman una foto delante de un semáforo calcinado.

"En Estados Unidos no tenemos esto", bromea Mike, un joven de 27 años de Miami que prefiere no dar su apellido. "Para nosotros es un recuerdo de la ciudad, y del país", añade su amigo Marc, de la misma edad.

- "Los adoquines volaban sobre mi cabeza" -

Laura Martín, una francesa de 23 años que visita a unos amigos en la ciudad, rememora una noche que podría haber terminado en drama. En la víspera se encontró entre los manifestantes y un cordón de los antidisturbios.

"Temí por mi vida, era como estar en medio de dos trenes que van a chocar a gran velocidad", asegura, todavía afectada.

Con la ayuda de dos desconocidos y de un policía pudo ponerse a cubierto. "Los adoquines volaban sobre mi cabeza y había una enorme barricada con fuego. Fue impresionante", relató.

A pesar de la mala experiencia, ni se plantea irse de Barcelona. "¿Por qué irse? Solo hay que ir con más cuidado y, sobre todo, mantenerse alejado de los anarquistas catalanes. ¡Esos no se andan con bromas! A su lado, los chalecos amarillos no son nada", expresó.

Lo mismo dice Mary, una turista irlandesa de 28 años que se niega rotundamente a irse de Cataluña: "Si crece la violencia, me lo plantearé, pero en este momento no me parece peligroso".

Unos metros más allá, en Vía Laietana, los daños de la noche pasada aún son visibles, a pesar del trabajo de los funcionarios del ayuntamiento.

Vidrios rotos, adoquines arrancados, mobiliario urbano destruido y eslóganes anticapitalistas pintados por todas partes, sobre todo el acrónimo ACAB (All Cops Are Bastards, todos los policías son unos bastardos, en español).

A pesar de todo, turistas y habitantes de la ciudad caminan tranquilamente por las calles, como si los incidentes de la noche fuesen un recuerdo lejano.

"Nos vamos acostumbrando", explica Albert, que vive cerca de Plaza Cataluña. "No vamos a dejar de vivir por culpa de unos violentos".

Los disturbios preocupan a los comerciantes, afectados tras cinco días consecutivos de protestas violentas.

"Llevamos más de una hora recogiendo escombros para poder abrir", asegura Ramiro Díaz, cuya esposa tiene un kiosko de lotería. "Esto es inadmisible, no se puede consentir (...) La gente tiene ya hasta miedo", aseguró.

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