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El calvario de las personas transgénero para "ser ellas mismas" en China

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Javier Castro Bugarín/EFEPekín

Recurrir al mercado negro para comprar hormonas o quedarse sin ellas: es el dilema compartido por miles de personas transgénero en China, un país en donde, pese a no existir persecución sobre este colectivo, la atención médica todavía está muy restringida.

La falta de información pública, sumada a la escasa capacitación del personal sanitario, lleva a que muchas personas trans recurran al estraperlo para comenzar con su tratamiento hormonal, con todos los riesgos derivados de la automedicación.

Dolores físicos e incluso el desarrollo de trastornos depresivos son los efectos secundarios más comunes, que en algunos casos obligan al abandono del tratamiento pasados unos meses, como hizo H. C., una activista transgénero que prefiere conservar el anonimato.

"Ahora mismo, las hormonas se obtienen sobre todo por canales ilegales y hasta los doctores desconocen cómo recetarlas", cuenta la joven a Efe.

Para aquellos que deciden dar el paso y someterse a una cirugía de reasignación de sexo, el calvario es incluso mayor: la actual regulación, aprobada en el 2017, exige una serie de requisitos previos que los colectivos y asociaciones LGTB consideran inasumibles.

Primero, es necesario ser diagnosticado como persona "transexual", tener más de 20 años, no estar casado y encontrarse en unas condiciones físicas "idóneas" para entrar en el quirófano.

Pero no son los únicos requisitos: los interesados también deben carecer de antecedentes penales, demostrar que llevan al menos cinco años queriendo someterse a la cirugía y contar con el visto bueno de la familia, independientemente de la edad que se tenga.

Es esta última condición la que más problemas causa a las personas transgénero, que ante el rechazo y la incomprensión del entorno familiar se ven abocadas a ocultar su identidad o buscar alternativas mucho más caras en el extranjero.

"Me fui de casa hace tres años y mis padres aún no saben que soy mujer. Mi hermana es la única a la que se lo he contado", admite H.C., que espera poder someterse a una operación en el futuro, pese a la más que probable oposición de su familia. "Mis padres tienen derecho a saberlo, pero esto no significa que estén de acuerdo conmigo. Yo pienso hacer esa operación, en China es barato pero por desgracia se necesita el permiso", asevera la activista. De hecho, algunos médicos llegan a exigir el consentimiento familiar para diagnosticar "transexualidad" o para prescribir otro tipo de tratamientos de reafirmación del sexo, como el hormonal, tal y como recoge la organización defensora de los derechos humanos Amnistía Internacional en uno de sus últimos informes. Por ello, el círculo familiar supone la primera piedra en el camino de las personas transgénero, señala a Efe Ah Qiang, director ejecutivo de la organización Pflag China. "Decir que se es homosexual ya genera rechazo en la familia, pero es después, en el momento de admitir que se quiere una reasignación de sexo, cuando los padres peor reaccionan. Es un doble proceso de aceptación", afirma. Esta discriminación también se hace patente en el entorno laboral, en donde muchas personas trans son privadas de acceder a un puesto de trabajo por no coincidir su apariencia con el sexo que aparece en su documento de identidad.

Tampoco pueden cambiar el sexo de sus certificados académicos, incluso después de efectuar el susodicho cambio en el DNI, lo que a menudo les obliga a acceder a puestos de trabajo de menor cualificación.

"Un propietario no quiso alquilarme un piso porque mi aspecto no coincidía con el sexo que figura en mi carné de identidad", recuerda H.C.

En cuanto al número de individuos transgénero en China, las estimaciones varían desde los al menos 100.000 hasta los casi cuatro millones que estipuló la organización Asia Catalyst en 2013, cifras que contrastan con la total ausencia de datos oficiales, debido al desinterés generalizado en este colectivo.

Aunque hay excepciones, como el Tercer Hospital de la Universidad de Pekín, famoso entre la comunidad trans por la presencia de un equipo multidisciplinario encargado de atender a estas personas.

Uno de sus promotores es Pan Bailin, un joven cirujano plástico que comenzó a interesarse por las personas transgénero hace varios años y que ahora se dedica a proporcionarles una "atención médica integral, profesional y humana".

"Los padres tiene muchas dificultades para asumir que sus niños son transgénero, incluso cuando se dispone de la atención médica adecuada. La educación familiar y la popularización de la ciencia son aspectos en los que deberíamos concentrarnos durante algún tiempo", destaca a Efe.

En cualquier caso, y pese a que se ha avanzado "mucho" en los últimos años, para H.C. aún queda un largo camino por recorrer, especialmente en lo referente al consentimiento familiar para las cirugías, que debe eliminarse con "urgencia".

"Ahora hay médicos que están con nosotros, pero eso no es suficiente. El Gobierno tiene que apoyarnos y hacer algo por nosotros", subraya la activista.

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