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Pandillas desafían poder de Bolsonaro

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Adolfo ValenzuelaSanto Domingo

Publica los jueves El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, apenas hace nueve días que se juramentó para el cargo, y desde ya ha tenido que enfrentar las manifestaciones de violencia del estado de Ceará, supuestamente por bandas delictivas que han reaccionado a las nuevas medidas restrictivas contra los reos, tales como el bloqueo de las señales para comunicarse a través de los celulares, mayores controles de las prisiones e impedir las actividades ilícitas dentro de los recintos.

La seguridad forma parte de una promesa de campaña en la que se endurecerá el combate contra el crimen en general. Además, también planea liberar las ventas de armas al público y ayudar a que la población pueda defenderse por sí misma con la adquisición de los armamentos.

Pero lo peor es que los agentes que enfrenten a los cacos tendrán una “protección jurídica” cada vez que maten a un delincuente durante el ejercicio de su deber.

El cuestionamiento es si Bolsonaro podrá enfrentar con efectividad la violencia callejera o “carcelaria” a través del permiso para armar a la población.

Hasta ahora, la represión contra la violencia simplemente ha traído más violencia a largo plazo y Brasil, un país con una población en prisión de 726,712 presos, en el año 2016, y según las estadísticas en el tercer lugar en el mundo, no luce que hallará paz social a corto plazo. También suceden unas 60,000 muertes al año, de acuerdo con estadísticas publicadas por la agencia española EFE.

Dado que el gobierno está en disposición de borrar todo aquello que huela al socialismo de Luiz Inácio Lula da Silva o Dilma Rousseff, y los planes sociales fue uno de los grandes logros de la izquierda, cumplir con lo prometido podría causar una ruptura social profunda.

En tan corto lapso, hubo desórdenes no solamente en Fortaleza, sino también en 15 localidades metropolitanas en el noreste del país.

Y este es el principio. Faltan desmarcar las tierras indígenas para favorecer negocios agroforestales, vigilar a las ONG, excluir a la población LGBT, aumentar los impuestos y cambiar el sistema de pensiones... Una luna de miel “diferente”.

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