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La esperanza no abandona a migrantes en frontera con México

Eran miles. Llenaron el puente de medio kilómetro que une Guatemala con México sobre el río Suchiate. Presionaron para cruzar y pasado el mediodía una avalancha de hombres mujeres y niños rompió una de las vallas fronterizas de la parte guatemalteca y se abrió paso por tierra de nadie hasta las verjas situadas en el lado mexicano donde un fuerte contingente de policías les contuvo con equipo antimotines y gases lacrimógenos.

De los más de 3.000 migrantes que se habían juntado en la ciudad de Tecún Umán, muchos de los cuales salieron hace una semana de la ciudad Hondureña de San Pedro Sula, en torno a 50 lograron pasar el viernes a México al grito de "íSí se pudo!, íSí se pudo!", antes de que la frontera fuera bloqueada.

El jefe de la Policía Federal, Manelich Castilla, desde Ciudad Hidalgo, en el lado mexicano, aseguró que sus agentes llegaron al cruce con el objetivo de que el ingreso de la caravana fuera ordenado, según dijo a Foro TV.

En declaraciones a Milenio aseguró que ellos fueron agredidos con "petardos" y "piedras" por "gente ajena" al grupo. "Si va a haber un ingreso será en los términos que se ha dicho desde un principio: ordenado, con procedimientos establecidos, jamás por la violencia, ni por la fuerza como se pretendió por un grupo de personas", agregó.

La tensión pareció suavizarse aunque el puente seguía repleto de personas al caer la noche. Por la tarde, algunos migrantes formaron filas, otros retrocedieron a territorio guatemalteco por algo de comida y algunos cansados de esperar se lanzaron desde el puente, de unos diez metros de altura, al Suchiate, donde las balsas que habitualmente sirven para cruzar el río les ayudaban a salir del agua.

"No había visto nada igual", comentó a la AP el académico de la Universidad Estatal de San Diego, Víctor Clark Alfaro. "Es algo inusual, por el volumen".

De nada valieron las amenazas del presidente Donald Trump, quien dijo que restaría ayuda a los países centroamericanos o bloquearía la frontera mexico-estadounidese y la llenaría de militares. Los hombres, mujeres y niños que huyeron de la pobreza y la violencia no estaban dispuestos a desistir.

"Quiero llegar a los Estados ?Unidos? a cooperar con ese país, a trabajar en lo que sea, recogiendo basura", afirmó Cristian, un reparador de celulares hondureño de 34 años que no quiso revelar su apellido por estar amenazado por las maras en San Pedro Sula.

Este hondureño tiene cuatro hijas. Una quinta parte de sus ingresos pagaban las extorsiones de 83 dólares al mes que le exigían las pandillas y como no le quedaba suficiente para mantener a su familia, cerró su negocio y optó por emigrar. Cristian calcula que un 30% de los integrantes de la caravana aplicaría para estatus de refugiados en México pero el 70% restante intentaría llegar a suelo estadounidense.

Dos autobuses llegaron desde la parte mexicana con el objetivo, según el jefe policial, de transportar a mujeres, niños y ancianos "a que cumplan sus trámites", pero los migrantes no quisieron abordarlos por miedo a ser deportados.

La solidaridad de la gente fue notoria. Los habitantes de casas vecinas intentaron sofocar el calor arrojando agua a los migrantes, en su mayoría hondureños. Algunas personas se desmayaron. "Vamos a Estados Unidos, nadie nos va a parar", decía Edwin Santos, también de San Pedro Sula, mientras agarraba las manos de su padre y su esposa.

"íSomos hondureños, no somos traficantes, somos inmigrantes!", gritaban varios mientras avanzaban hacia el cruce fronterizo con banderas de su país.

Trump ha dejado claro que sigue muy de cerca las acciones del gobierno mexicano ante la caravana y, mientras los ojos de México estaban sobre el río Suchiate, el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, mantenía reuniones con su homólogo mexicano, Luis Videgaray, y con el presidente Enrique Peña Nieto.

En entrevista con Televisa, Videgaray no parecía preocupado por la amenaza del cierre de la frontera, por donde un millón de personas transita cada día y se mueve un millón de dólares en comercio diario. Pompeo suavizó el tono de Trump y aunque dijo que la migración ilegal era una "crisis" y enfatizó "la importancia de frenar este flujo antes de que alcance la frontera estadounidense", hizo un guiño para que México maneje la situación como mejor le parezca.

"México tomará su propia decisión", dijo. "Sus líderes y su gente decidirán cuál es la mejor manera para lograr lo que considero que son objetivos comunes, y agradezco todo el esfuerzo que han hecho durante los últimos días, incluyendo la solicitud de ayuda humanitaria realizada a Naciones Unidas para encarar esta caravana migrante".

A lo largo del día, la policía mexicana y el Instituto Nacional de Migración dejó pasar a algunos grupos de 10 a 30 personas en caso de que quisieran solicitar refugio. Uno de esos grupos estaba conformado por un puñado de niños y sus padres, que tras rellenar los documentos necesarios pudieron ser atendidos en un albergue.

Eric Lagos Rodríguez, que salió de Tegucigalpa con su familia porque asegura que si no eres del partido del gobierno no puedes acceder a ningún trabajo, es uno de los que quiere pedir asilo. "No podíamos seguir así ?caminando? traemos seis niños", dijo.

La cancillería mexicana, que en todo momento insistió en que solo se permitiría el acceso ordenado y quien no cumpliera la ley sería deportado, dijo que había comenzado a tramitar este tipo de peticiones desde el jueves, cuando México pidió ayuda a ONU, que también tenía puestos los ojos en esta frontera y desde Nueva York recordó a México y a Estados Unidos que no puede haber expulsiones masivas de personas porque va contra la legislación internacional.

Ahora la única pregunta no sólo es si los migrantes conseguirán pasar o cuántos solicitarán refugio en México, sino qué pasará después. José Manuel Vázquez es un joven granjero del lago de Yojoa, en Honduras, que se lanzó rumbo al norte porque su salario no le da para vivir. Cuando se le preguntó si creía que habría más caravanas, no pensó su respuesta. "Yo creo que sí porque atrás de nosotros vienen 26.000".

Clark Alfaro destacó que las caravanas cada vez son más numerosas y tienen un matiz distinto porque "los migrantes ya no cruzan por montañas y desiertos sino por puertos de entrada para solicitar asilo, eso es una novedad" que "satura el sistema de asilo" de los países receptores.

"Esto es una verdadera crisis humanitaria por el volumen de gente que está abandonando sus países", aseguró.

Sin embargo, otros académicos, como Elizabeth Oglesby, del Centro para América Latina de la Universidad de Arizona, no quieren hablar de "crisis" sino de la gente se une en caravanas para esquivar los peligros del viaje y los altos costes de los traficantes. "La frontera no está en crisis, esto no es una crisis de migrantes", aseguró. "Lo que estamos viendo es algunos picos en cruces de centroamericanos pero el flujo de migrantes está en su punto más bajo en 40 años".

Mientras tanto, sobre el río Suchiate, al caer la noche la situación estaba lejos de estar normalizada y mientras agentes de policía relevaban a sus compañeros los migrantes alertaban a gritos de su situación. "Tenemos hambre" y "hay niños aquí", se escuchaba.

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