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Momias de más de dos siglos hablan de sus antepasados

En lo alto de la localidad zaragozana de Quinto de Ebro se esconden las historias de miles de personas que fueron enterradas en "El Piquete", la antigua Iglesia de la Asunción.

El recién abierto Museo de las Momias cuenta las de quince de ellas: cinco hombres, dos mujeres, cinco niños y tres niñas que vivieron a finales del siglo XVIII y que se han momificado desde entonces de forma natural.

El silencio reina en la Capilla de Santa Ana, en la que se encuentran la mayoría de las momias de Quinto expuestas en vitrinas. El suelo, aunque tapado con una moqueta, es de madera, lo que hace que la pisada sea inestable en algunas zonas y la sensación de desconcierto sea mayor.

Porque el visitante se distancia de lo que realmente está viendo, un cadáver; pero lejos de sentir morbo, se sitúa frente a frente con la muerte desde ópticas científica, histórica y cultural.

En Quinto, al igual que en otros tantos municipios españoles, era costumbre enterrar a los niños y a las personas de más alta condición social bajo el pavimento de las iglesias ya que, de esta forma, "se pensaba que iban a tener una relación más directa con el divino", explica a Efe el alcalde de esta localidad zaragozana, Jesús Morales.

Ahora, fruto de la restauración interior y exterior de "El Piquete", que finalizó en 2017, las excavaciones arqueológicas y una financiación de 40.000 euros sacaron a la luz los restos cadavéricos de algunas de las personas que fueron inhumadas en la nave central. Según cuenta Morales, los encontraron a unos 50 o 60 centímetros de la capa superficial, lo que les hizo pensar que pertenecieron a los últimos enterramientos que se produjeron en la iglesia, en torno a 1832.

La sorpresa vino después, cuando se dieron cuenta de que 15 de las 1.065 personas que yacen en "El Piquete", según los registros parroquiales, "presentaban un nivel de momificación natural o preservación del cuerpo excepcional gracias a la temperatura, la humedad y la aridez del subsuelo, lo que, al favorecer la rápida evaporación de los fluidos corporales, evitó la acción de las bacterias", apunta Morales.

El proceso de exhumación no fue sencillo: ataúdes rotos, ropajes deteriorados, tierra, suciedad y polvo, mucho polvo. Hubo momentos en los que Morales no era consciente del acontecimiento al que estaba asistiendo: "Cuando lo vimos, parecía que estaba durmiendo", dice de uno de los hombres que se expone en la Capilla de Santa Ana. De otros, por su tamaño tan pequeño, llegó a pensar que eran muñecos.

Doscientos años después, tras las tareas de limpieza para la conservación de los cuerpos, 15 personas volvieron a la vida como testigos. Sus testimonios sobre un momento puntual de la historia de Quinto se cuentan en un museo "específico de momias, que habla del proceso de momificación y las muestra en el mismo sitio donde fueron halladas y con los complementos con los que fueron enterradas", señala Morales.

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