A DISTANCIA

Egipto, otra vez

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Adolfo ValenzuelaSanto Domingo

El derrocamiento del primer presidente egipcio elegido democráticamente, y luego de un año de pugnas permanentes entre la sociedad civil y el ejército, frente al poder ampliado de los islamistas, fue el final de una crisis que empezó inmediatamente después de que Hosni Mubarak saliera de la arena local, para convertirse en un preso político por sus acciones pasadas. Mohamed Morsi, en principio una esperanza para la Primavera Árabe egipcia, llegó a cambiar la Constitución para albergar más poder, lo que fue mal visto por la gente, que luchaba por obtener una mayor libertad, negada en principio por el regimen de Murabak, y también negada por las nuevas autoridades, en manos de los Hermanos Musulmanes, el supuesto poder tras el trono, quienes en principio se vendieron como islamistas “moderados”. En una de las protestas en El Cairo, un manifestante habló con la prensa, expresando su decepción con Morsi: “Nos engañaste con la religión. !Vete!” De la opresión a las calles El tiempo fue un factor que jugó en contra de Morsi. En apenas un año no pudo lograr cimentar su poder entre los diversos sectores. La sociedad veía como la vida se “islamizaba” y, al igual que en Turquía, los militares, siempre dispuestos a mantener parte del poder, eran una esperanza a la cual acudir en caso de que el gobierno no “funcionara”. Así pasó. Ahora, los jóvenes, esa fuente eterna de cambios sociales, no están dispuestos a que la libertad se vaya de las manos de nuevo y se mantendrán en pie de lucha porque su país avance hacia otros destinos, no precisamente los que piensan o dictan los líderes religiosos. El temor generalizado es que los Hermanos Musulmanes, ya desplazados del poder, decidan lanzar al país hacia una guerra sanguinaria, lo cual sería un golpe mortal para una real “primavera”.

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