VIAJE A PORTUGAL

Papa: “La fe puede perderse, la humanidad está herida”

MENSAJE. EL SUMO PONTÍFICE LLAMA A NO TENER MIEDO DE HABLAR A DIOS

Benedicto XVI llegó ayer a Fátima, meta de su viaje a Portugal, donde pidió a la Virgen para que “el Papa sea firme en la fe” y durante la procesión nocturna de las velas afirmó que la humanidad “sufre y está herida” y que la fe corre el riesgo de apagarse en muchas partes del mundo. “Traigo conmigo las preocupaciones y las esperanzas de nuestro tiempo y los sufrimientos de la humanidad y los problemas del mundo y vengo a ponerlos a los pies de la Virgen de Fátima”, afirmó el Pontífice ante decenas de miles de fieles, miles de ellos españoles, que desafiaron el frío reinante para asistir a la procesión de las velas, el momento más sugestivo con el que concluyen estas jornadas marianas. El Obispo de Roma imploró a la Virgen que interceda “para que toda la familia de los pueblos, tanto los que se distinguen con el nombre de cristianos, como los que ignoran todavía al Salvador, vivan en paz y concordia”. Prioridad Benedicto XVI manifestó también que en amplias regiones de la tierra la fe “corre el riesgo de apagarse como una llama que no es más alimentada” y que la prioridad de los cristianos es hacer que Dios esté presente en el mundo “y abrir a los hombres el acceso a Dios”. “No tened miedo de hablar a Dios y de manifestar sin vergu¨enza los signos de la fe, haciendo resplandecer a los ojos de vuestros contemporáneos la luz de Cristo”, agregó el Papa. La procesión de las velas y el rezo del rosario pusieron el broche al primer día de estancia del Pontífice en Fátima, donde nada más llegar visitó la Capilla de las Apariciones y allí pidió a la Virgen para que “el Papa (es decir, él) sea firme en la fe, audaz en la esperanza y fuerte en el amor”. El Papa Ratzinger consagró a María a todos los hombres del mundo y dijo que “consuela profundamente saber que está coronada no sólo con el oro y la plata de nuestras esperanzas y alegrías, sino también con los proyectiles de nuestras preocupaciones y sufrimientos”. Con esas palabras se refería a que en la corona de la Virgen se encuentra engarzada la bala que disparó el terrorista turco Ale Agca a Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 en el Vaticano y que no logró matarle. El Papa Wojtyla siempre mantuvo que “una mano disparó (la de Agca) y otra mano (la de la Virgen) guió la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se detuvo en el umbral de la muerte”. En su primer viaje a Fátima, en 1982, un año después del atentado, Juan Pablo II donó a la Virgen la bala. Benedicto XVI ofreció a la Virgen -lo mismo que hizo Pablo VI en su viaje de 1967 a Fátima- una Rosa de Oro. El Papa Ratzinger dijo que venía a Fátima como un hijo que visita a su madre y lo hace en compañía de miles de hermanos y hermanas y pidió a la Virgen que los confirme en la fe y en la esperanza.

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