Fábulas en alta voz

Se “ahogó” la empatía

“Tienes que venir a trabajar, por aquí todo está bien” esa frase fue la que le dijo su “jefa” a la empleada doméstica que labora en su casa. “Ella me lo dijo claro, ‘no tengo que ver con nada, ven a cumplir con lo tuyo porque estamos todos aquí y hay que cocinar y limpiar’, no me preguntó si podía llegar, si mi familia estaba bien...”. Este comentario se lo hizo la afectada a alguien que conozco.

El que goces de una cama cálida, de “tus tres calientes”, de un techo seguro y de otros privilegios no quiere decir que todas las personas están como tú. 

A la distancia, en otros sectores, no tan acomodados, hay muchas familias que lidian con los embates de esos fenómenos atmosféricos que “rebosan” de angustia la paz y la seguridad física y emocional de niños, niñas, jóvenes, padres, madres, adultos mayores… En fin, también hay gente que, en la vulnerabilidad de sus casas ven desvanecer los sacrificios hechos para comprar hasta una cuchara.

 Qué triste es saber que, sin notar que esto sucede en la realidad, hay quienes se acomodan tanto en su mundo ideal, que ni cuenta se dan de que se les ha “ahogado” la empatía.

“Tienes que venir a trabajar, por aquí todo está bien”

Esa frase fue la que le dijo su “jefa” a la empleada doméstica que labora en su casa. “Ella me lo dijo claro, ‘no tengo que ver con nada, ven a cumplir con lo tuyo porque estamos todos aquí y hay que cocinar y limpiar’, no me preguntó si podía llegar, si mi familia estaba bien...”. Este comentario se lo hizo la afectada a alguien que conozco. 

Me pareció algo tan cruel, tan inhumano que no perdí tiempo en llevar a esa “señora” a una ciudad fabulosa para que vea cómo es el trato para con las personas, no importa qué tipo de trabajo hagan, cómo viven o qué estatus tengan. 

Allí, le dieron un buen paseo por las zonas privilegiadas y las no tanto para que apreciara que, aunque en lo estructural haya una diferencia, en lo que atañe al ser humano, no hay ninguna. El respeto a la dignidad, la empatía, la solidaridad y el sentido común se encargan de hacer que todos sean iguales.

Sin tormentos ante una tormenta

Cuando en aquel lugar fabuloso se anuncia una fenómeno atmosférico, los primeros que salvaguardan la integridad física y el bienestar de sus colaboradores son sus empleadores. No esperan a que las autoridades anuncien medidas para que se queden en casa. 

Ellos toman la delantera, inclusive asegurándose de que tengan comida, de que si se ven afectados por las lluvias, cuenten con ellos. Y lo más hermoso, en el caso de quienes hacen trabajo doméstico, si les hacen ir a la casa, no es para que trabajen, sino para protegerles. 

Tan diferente a la realidad que vive esta “señora” a la que, en medio de la tormenta, sólo le preocupa que ella y su familia estén bien, no importa que al otro se lo lleven las aguas. Pero bien, en la realidad, puede que a los que viven en la vulnerabilidad se les hayan mojado sus ajuares, su casa, y hasta sus ganas de echar hacia delante; pero a quienes no tienen conciencia les pasa peor: Se les “ahoga” la empatía.