fábulas en alta voz 

Faride, en las torres también hacen ruidos

Marta Quéliz, editora L2

Marta Quéliz, editora L2

No hay nada que me agrade más a mí, y sé que a muchas otras personas, que la paz y el respeto al derecho ajeno. Pero, mientras avanzan los años es más titánica la lucha para conseguir tal quietud.

 Antes, por lo regular, eran los colmadones, los que irrumpían el sueño de los residentes en los sectores donde éstos estaban ubicados. De hecho, en zonas privilegiadas se mantenía un silencio envidiable, razón por la que muchos hacían grandes esfuerzos para lograr mudarse a un espacio con el “lujo” de la armonía. 

Ahora, podría suceder lo contrario: quienes viven en altos edificios y gustan de su tranquilidad, querrán mudarse para los barrios más empobrecidos, pues es ahí donde están controlando los ruidos.

Un área social para todo el sector

La modalidad del concepto de alquiler de paso, dígase, ‘airbnb’ junto al espacio social con piscina, BBQ y cuántas amenidades pueda haber ha convertido la convivencia en muchos sectores, antes acomodados, en un infierno. 

No hay hora para la “gozadera”, sobre todo, los fines de semana. Con todo y dizque que hay en cada residencial una administración que se encarga de poner las reglas, algunos propietarios e inquilinos hacen caso omiso al orden. No hay respeto ni consideración por el vecino, aun vivan en el mismo condominio. 

Es más, parecen enemigos. Las grandes fiestas que hacen en las azoteas son para todo el sector. Algunos, aunque tienen salones cerrados, hacen sus actividades al aire libre porque así mismo es que están los reglamentos para los edificios: libres de hacer lo que les dé la gana. Sus residentes saben que aquí no hay régimen de consecuencias ni un organismo que los controle.

El gato manda al perro y perro manda al ratón

Lo más triste de esta situación es que no hay una entidad a la que se pueda llamar. Aunque en el 9-1-1, por ejemplo, le atienden el teléfono luego de usted responder que su emergencia es por ruido, se burlan de su malestar porque esas unidades de las que le hablan, nunca llegan. 

Ante la ausencia de una autoridad que preserve el orden y garantice la paz a los vecinos, quienes hacen su bulla se sienten protegidos y también se burlan de la impotencia de las personas a las que les molestan los ruidos. 

Realmente, no es fácil sentirse desamparado cuando se lucha por preservar lo más sagrado que se tiene, que es el sueño y el descanso, pues si llamas a la Policía, te mandan al Coba, de ahí al servicio de Emergencia... y nadie asume responsabilidad. 

Y saber que van tan fácil a los barrios a incautar bocinas, a enfrentarse a la gente y a “poner el orden”. Estoy de acuerdo con que se acaban los ruidos en toda la geografía nacional, no sólo en donde les convenga a unos cuantos.

Tranquilidad de los otros, incluida

En nuestra realidad, ahora mismo, hay personas que creen que cuando compran un apartamento, también se convierten en dueños de la paz de los vecinos del edificio y de los demás que viven en el sector. 

Ya sólo hace falta tener dinero para vivir donde a alguien le plazca porque no existen controles para garantizar la privacidad de cada familia en su apartamento, al contrario, hay quienes creen que son dueños de la torre completa y del sector en pleno. 

Todos tenemos derechos a vivir bien y en lugares privilegiados, pero no a creernos propietarios de la tranquilidad de los demás. Señora ministra, por favor, tome carta en el asunto. Usted lo puede resolver.