jet set
Héroes evidentes, pero… ¿dolientes silentes?
Varios días han pasado ya, pero el eco de esa noche aún resuena. No olvidamos. Y a ustedes les vemos, les escuchamos. También merecen que alguien les sostenga, incluso cuando las sirenas se han silenciado y el mundo continúa

Personal que trabajó en la tragedia del Jet Set
Varios días han pasado ya desde aquel fatídico evento en el que la alegría se apagó de golpe. Del baile, se pasó al miedo; del ritmo, al silencio pesado de la incertidumbre.
A pesar del tiempo, el dolor persiste. El clima está cargado de la sensación de pérdida. De seres queridos, de seguridad y confianza… También hay quienes lidian con un duelo difícil de comprender hasta por ellos mismos.
Aquellos que estuvieron tan cerca de la muerte a pesar de no haber sido víctimas directas y que avanzaron hacia el peligro en vez de huir de él, para tender una mano de esperanza.
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Los rescatistas, como siempre, mostraron su valentía de principio a fin. Pero ¿cómo logra uno enfrentarse al peso de una barbarie cuando cada grito, cada pulso, cada mirada te exige continuar, sin mostrar el más mínimo indicio de que podrías desmoronarte a pesar de ser también una vida sensible?
Derrumbarse no es una opción que puedan permitirse. Así que, en estos momentos, no queda más que apagarle el interruptor al corazón, poniendo en pausa el sentir y permitiendo que toda su energía se canalice a actuar.
Para estas personas, su labor no se limita a sostener las últimas esperanzas de vida de quienes se encuentran en peligro, sino también a contener en sus propias manos el dolor de los que esperan, preguntando por sus padres, su hermana, su amigo. Y, aunque el suyo esté silenciado, por un interruptor que no pueden permitir que se encienda, se muestran dispuestos y disponibles para sostener el dolor ajeno.
Difícil de olvidar
Luego de haber superado una pesada jornada externa, es momento de dejar caer la armadura y encender ese interruptor, iniciando así una pesada jornada interna.
Esta que inicia un duelo confuso por pérdidas que no se pueden ver ni tocar, pero cuyas huellas quedan marcadas en su cuerpo y su memoria por cada vida tocada, cada historia interrumpida e instante de consciencia sobre su propia fragilidad.
Varios días han pasado ya, pero el eco de esa noche aún resuena. No olvidamos. Y a ustedes les vemos, les escuchamos. También merecen que alguien les sostenga incluso cuando las sirenas se han silenciado y el mundo continúa.