Almorzando en Santo Domingo, ¡Qué rico el pollo con queso de cabra, nueces y dátiles!

Nuestro objetivo: almorzar en un restaurante de “haute cuisine”, del cual le han hablado excelencias a mi hijo Ángel, quien junto a su hijo Ángel (mi nieto) me ha invitado a comer.

 Lo que no podíamos suponer es que en días laborables no abre al mediodía. Y ahí estamos los tres, en el amplio lobby de la Plaza Paseo del Prado, ante el restaurante, cuya puerta se encuentra medio abierta. 

Echamos un vistazo. En días laborables, nos explica un empleado, está cerrado al mediodía. Es la primera vez que entramos en esta plaza cuya arquitectura exterior ya había atrapado mi atención. En su amplio vestíbulo abierto hacia las aceras, por donde corre la brisa de una a otra calle, cobra vida la naturaleza con varias plantas.

Preguntamos qué otros restaurantes hay en el lugar. Hay otro, también de alta calificación, que funciona en un piso más alto, pero tampoco abre al mediodía laborable. En el lobby hay dos más: una cafetería y un restaurante italiano. Es el Forno Bravo, muy conocido por sus nueve locales, cada uno en un punto diferente de la capital. Aquí nos quedamos. 

He estado en su sucursal de La Esperilla y tomado su deliciosa Zuppa de la Casa, hecha de tomates rostizados acompañada de crostini con queso cheddar. De manera que voy a ordenarla. Por cierto, la trajeron con mucho más queso del que esperaba.

 En mis salidas a comer fuera siempre pido una copa de vino de la casa. Elegí el Barefoot Merlot Calf. En el plato principal mi nieto y yo coincidimos: Pollo Forno Bravo. Viene relleno de queso de cabra, nueces y dátiles al vino blanco y mostaza Dijon. Con ingredientes a cuál más apetitoso espero que dé la talla. 

Mi hijo Ángel se inclina por la carne de res: Tagliata di Manzo. Es striploin acompañado de rúcula, tomates cherry y parmigiano. La carne se la trajeron tal cual pidió: casi tres cuartos. De plato de entrada nos decantamos por Envoltini de Zucini. Yo, de acompañante, Vegetales al Grill, del cual apenas probé bocado. Con el pollo tenía más que suficiente.

 De sabor excelente, pues todo lo que tenga queso de cabra me apetece, encontré empero ligeramente dura la parte exterior. En cambio, para mi nieto estaba bien. Golosa, la única que quiso postre, fui yo. Y viendo que había tiramisú no lo dudé un momento.

 Hice bien. Estaba delicioso, además con grandes trozos de fresa a su lado. ¡Me encanta salir a almorzar de vez en cuando con la familia!