Justina Reyes Jáquez: más que profesora, una maestra apasionada

Justina Reyes Jáquez
Treinta y seis años en el magisterio, dieciséis como maestra y veinte como directora de una institución educativa le sirvieron a Justina Reyes Jáquez para brindarles confianza, seguridad y afectos a sus estudiantes, dejando huellas en el corazón y la mente de los ya adultos que la recuerdan con cariño y reconocen cuando la encuentran en cualquier lugar donde transita.
A los 21 años emigró a la Capital desde Caimital, Santiago Rodríguez, siendo bachiller, para trabajar como maestra en diferentes escuelas de Santo Domingo Este, en donde acogió a los alumnos que necesitaban de su orientación y empatía.
Para Justina: “El maestro es una persona de méritos relevantes y ver muchos de esos alumnos que lograron ser profesionales, al retirarme del servicio público sentí que había hecho una labor comunitaria y social. Uno deja de ser maestro cuando se va de la faz de la tierra. El maestro, mientras esté en servicio, siempre estará atento a cada uno de sus estudiantes, de su salud, y del trato familiar”.
Sin embargo, expresó que contrario al maestro, “el profesor, con los nuevos cambios en la educación, tiene otra forma de enseñar, no sé si es por las herramientas que utiliza en la actualidad. En mi época el maestro tenía por obligación ´dar páginas para atrás´, antes de pararse frente al estudiante, y ahora no es así”.
Agradece el respeto dispensado
Justina, con su “hablar quedo”, transmite paz y credibilidad a su interlocutor, por lo que no fue obstáculo, siendo maestra y directora, que los estudiantes la respetaran y le tuvieran confianza para transmitirle cualquier situación que les embargaba como adolescentes, por lo que se siente satisfecha de los resultados, que se observan cuando visita alguna institución o empresa que la saludan con agrado y respeto.
Como directora sintió que el compromiso era más complejo, porque algunos padres se oponían a inscribir a los niños en las escuelas, había que hablar mucho con ellos, pero luego entendieron la necesidad.

Justina Reyes Jáquez
Su piel blanca y sus grandes orejas son herencia de su bisabuela materna de origen español. Los surcos en la frente que han marcado sus 75 abriles, precisamente este mes, reflejan los años de trabajo, ya que no solo era impartir clases y tener a su cargo los docentes siendo directora, sino bregar con estudiantes adolescentes con vicios, y se las ingeniaba volviéndose cómplice para que ellos se abrieran descargando sus traumas y contándoles la situación vivida en sus hogares.
Cuenta que cuando inició el año escolar 1976-77 le asignaron 55 estudiantes y le pidió al director que le permitieran el aula que estuviera cerca de la entrada. ¿Cuál fue el motivo de esta petición?, para poco a poco irles supliendo sus necesidades de fumar, siempre y cuando lo hicieran con la advertencia de que solo duraran dos minutos y no podían ir acompañados.
“Para mí no fue una prohibición, era llevándolos a ellos a aceptar que ya finalizando el año escolar se le quitara la ansiedad de fumar y así fue, lo logré por el trato que les di, escuchándolos y brindándoles confianza y seguridad”.
“Otra de las motivaciones que implementé fue hacerle entender lo importante que eran como personas y que ellos podían ser uno de los que dirigieran el país con honestidad, además de comunicarme con sus padres para que los escucharan porque en esas edades es que se van formando como individuos”.
Trayectoria y familia
Justina fue maestra normal en el Centro Educativo Félix Evaristo Mejía. Realizó Estudios Superiores en Educación Básica en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), una licenciatura en Educación mención Administración y Supervisión Escolar en la Universidad Central Dominicana de Estudios Profesionales (Ucdep) y un Posgrado en Gestión de Centros Educativos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Justina procreó, junto a su esposo Danilo Bello, fallecido en 2013, tres hijos varones, quienes con el tiempo le dieron la dicha de tener, en sus palabras, “las más hermosas y adoradas nietas”. Su único nieto primogénito, Edward Murphy Bello Suárez, compartió una relación particularmente cercana con sus abuelos, marcando una presencia constante en sus vidas.