fábulas en alta voz
¡A todo galope!

Marta Quéliz, editora L2
Parece que fue ayer que recibimos el año 2025, y ya estamos en el cuarto mes del año. Esto nos dice muchas cosas. No es que los días tienen menos horas o los meses menos días. Simplemente, es que estamos viviendo la vida de forma acelerada y no nos detenemos a disfrutar del aquí y el ahora. Falta bajarle algo a la rapidez con que nos dejamos llevar por la inmediatez con que vivimos hoy día.
La necesidad de un freno
Estamos a tiempo de recapacitar respecto a este comportamiento desgastante que hemos adoptado en los últimos tiempos. No crean que son los años los que se están “gastando” rápido, somos nosotros los que no estamos viviendo, sino sobreviviendo a un mundo galopante, que va a toda prisa, llevándose por delante nuestras energías, nuestro sosiego y nuestra paz. Es necesario que pongamos un freno a ese “caballo desbocado” que nos domina y no nos deja disfrutar de los instantes, sino que nos lleva a montarnos en la ola del incierto futuro.
Un ‘stop’ fabuloso
Estamos a tiempo de recapacitar y ponerle un alto a la intensidad. Yo los invito a que nos demos una vueltita por la ciudad fabulosa donde la vida se respeta, se vive y se cuida. Allí, la gente valora cada instante, no piensa en lo que vendrá. Seguro por eso es que la ansiedad no tiene espacio en el lugar.
La salud mental está preservada porque la calma es una de las herramientas más poderosas para evitar alteraciones psicológicas. Nadie se quiere llevar el mundo por delante, la inmediatez no existe, el uso de la tecnología es muy moderado y, lo mejor de todo es que, los habitantes cuentan con una cultura de disciplina que les permite actuar apostando al bienestar, no sólo propio, sino de toda la comunidad.
Invitación aceptada
Luego de decir sí a un paseo que prometía enseñar las formas saludables de vivir intensamente cada día sin necesidad de pasársele al tiempo, los asistentes tuvieron la oportunidad de disfrutar de un amanecer brillante, observando cómo el sol opacaba a la luna para regalarles la brillantez de un nuevo día.
Conforme pasaban las horas, saboreaban los alimentos que resultaban de unas tierras cálidas y paridoras. Sin preservante, sólo creciendo conforme al tiempo correspondiente. Tomando un café y sentados en una galería, gozaban de un atardecer hermoso que los invitaba a vivir el momento sin pensar en el día siguiente.
Una conversación entre familiares, amigos y vecinos era la antesala perfecta para irse a la cama a descansar y esperar que un nuevo día trajera su propio afán. Esta maravillosa experiencia le susurraba al oído que, aunque en la realidad, el tiempo va a todo galope, es responsabilidad de cada uno de nosotros, disfrutar cada instante para que los años no se nos vayan como en agua entre los dedos.