REALIDAD Y Fantasía

Los matrimonios

Los matrimonios de nuestros días, difieren de los tradicionales, no en la ceremonia religiosa en sí, aunque en esta ocasión, tuvimos el placer de contar con un sacerdote que hizo del ritual una fiesta, haciendo reír a los presentes y sonrojar a veces el novio

Ya llegó la época de ver casar a mis nietos. El tiempo pasa despiadadamente y en un abrir y cerrar de ojos, aquellos chiquitines que hacían incontables travesuras, trayéndonos de cabeza a Emma y a mí, han crecido, convirtiéndose en profesionales con novias y novios formales.

A finales del año pasado, se casó uno de los nietos. Ahora le tocó el turno a otro, este, hijo único y con una bruma de tristeza alrededor, porque acababa de perder a su padre, pero a petición de este se siguió con los planes de la boda. Ni que decir de los sentimientos encontrados y de la silla vacía, entre los que serían testigos del magno acontecimiento.

Mi amada hija tuvo que hacer de tripas corazón, para que la ceremonia en la iglesia y después el festejo en un club de moda, trascurriera lo más alegre y entretenido posible. Ni que decir de lo hermoso que todo resultó, era como si el espíritu del padre ausente, cobijara todo para que no hubiera ningún inconveniente y su hijo, al lado de su bella amada, tuviera un día inolvidable.

Los matrimonios de nuestros días, difieren de los tradicionales, no en la ceremonia religiosa en sí, aunque en esta ocasión, tuvimos el placer de contar con un sacerdote que hizo del ritual una fiesta, haciendo reír a los presentes y sonrojar a veces el novio. 

La celebración, si es diferente, los novios escogen la música y los parientes de la novia se ocupan de los platillos, desplegados en una gran mesa, adornada con el pudin de bodas. 

La música, contemporánea, hace las delicias de la gente joven y tortura los oídos de los mayorcitos, los que realmente no comprendemos como aquellos ruidos altisonantes puedan entusiasmar de esa manera a la nueva generación. Pero… que se le va a hacer, cada época tiene sus preferencias y esto no se puede evitar.

Así que Emma y yo, muy emperifolladas, asistimos al acontecimiento, lloramos un poquito de emoción y también por la ausencia del bien amado, el que sabíamos, andaba presente, sonriendo al ver la dicha del joven novio, al lado de su bellísima esposa y como todo salió tan perfecto, colorín colorado, este cuento se ha acabado  

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María Cristina de Carias

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