Fábulas en alta voz

Nurbi, tan linda como tu nombre…

A nuestra inolvidable tía, la recordaremos con su pelo muy bien arreglado, siempre bien puesta, ah, y lista para echar una “miradita” a quien no lo estaba

Cuando a mi tía Nurbi alguien le preguntaba por ese nombre tan poco común, su respuesta era muy simple: “Fue que yo nací tan linda, una muñeca con los ojos azules..., que mi papá no encontraba qué nombre ponerme, y ese fue el que entendió que más se parecía a mí, un nombre único”.

 Cuando daba esta explicación, saboreaba cada una de esas palabras dándole sazón a esa belleza que hoy se lleva a su última morada. Quienes la conocieron saben que ciertamente, sí, fue una mujer bella, delicada, limpia, y curiosa en el buen sentido de la palabra. 

Cocinaba sabroso y hacía alarde de sus dotes de buena cocinera. “Ninguna de ustedes sabe cocinar como yo”. Lo decía y los movimientos de su boca y sus ojos testificaban que estaba segura de ello. Las risas eran nuestro acierto.

Una tía con mucho garbo

A nuestra inolvidable tía, la recordaremos con su pelo muy bien arreglado, siempre bien puesta, ah, y lista para echar una “miradita” a quien no lo estaba. 

Caminaba con garbo, y cuando algo lo ameritaba, mostraba su amplia sonrisa. De lo contrario, se mostraba callada y observadora. Eso sí, siempre cariñosa. 

Cómo olvidar su saludo afectuoso, casi siempre acompañado de algún comentario pícaro en el oído, que sólo a ella podía ocurrírsele. En ocasiones no tenía “filtro”, pero había que reírse porque eso era como el sello de su personalidad. No lo hacía con malicia, sólo tenía amor para dar.

Una madre 1000x1000

Supo complacer con amor los caprichos y las necesidades de sus hijos: Odalys, Meregildo, Fausto, Yolanda, Freddy, Oneyda y Roberto (El Niño). Siempre estuvo ahí para ellos. Cuando eran pequeños, en su natal Jarabacoa, lo sacrificó todo para dedicarse a su familia. 

Cuando llegó el momento de ir a la universidad, y el tiempo se lo permitió, se mudó a la Capital para acompañarlos. Algunos ya tenían su carrera, aunque otros no habían iniciado o terminado sus estudios.

 Su soporte fue de gran valía para que continuaran su desarrollo. Como abuela se ganó el cariño de sus nietos a fuerza de esa dulzura que la caracterizó. Claro, cuando quería ponerse agria, también lo sabía hacer muy bien. Era parte de su carácter. 

Como suegra, supo respetar las decisiones de pareja, y mantener una sana y bonita relación con quienes ya no estaban en su familia y con quienes llegaban a ella.

Hoy le damos un triste adiós

Su partida, como muchas otras, deja claro que hay momentos en los que queremos vivir en una ciudad fabulosa. En una donde los seres queridos no se marchen para siempre. No nos dejen tanta tristeza y no nos rompan el corazón con su viaje sin regreso.

 Queremos vivir en un lugar fabuloso donde perduren para siempre esas tías que amamos y, que como ésta, se convierten en ese pedazo de nuestra madre cuando ésta no está. Que vaya con Dios nuestra querida e inolvidable Nurbi, tan linda como su nombre... ¡Paz a su alma!